Bueno, como he dicho,

éste es el primero de tres artículos.

Probablemente irán aumentando con el tiempo, porque este tema es una fuente inagotable.

No sé si para bien o para mal.

En fin, es de hace algo de tiempo, así que no será igual, pero ahí lo tenéis.

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Contradicciones eclesiásticas.

Sábado, 2-IV-2.005.

Julia Marín Ramírez.

A veces, la gente me pregunta que por qué soy tan intolerante con el tema del Cristianismo.

La verdad es que la religión en sí me da igual, de hecho no me importa demasiado.

Lo que no acepto es la Iglesia.

Es una de las razones por las que soy atea, aunque baje Dios y me diga, envuelto en una nube de nívea blancura, que ha venido para demostrar su existencia, a ver si así me vale.

La idea era buena,

¿no creen? Un tipo que decía que debíamos amar a nuestros enemigos y perdonarlos, no está mal.

Pero el hombre la corrompió.

Ahora, representada por un grupo de clérigos, se contradice y defiende conceptos absurdos e insolidarios: El nuestro es un dios perdonador, no castigador, y tú arderás en el infierno por blasfemo y hereje.

Aparentemente, todo comenzó en el siglo XII, con la Inquisición, prolongándose durante la Edad Media y, por el camino que vamos, hasta llegar a nuestros días.

Claro que, por una parte, la suya es una actitud comprensible: su

época de mayor poder, riqueza y esplendor en general fue el Medievo y ellos, muy lógicamente, han decidido quedarse allí.

¿Cómo explican ustedes si no su lema, el de

“Todos fuimos embriones”? Podrían ponerse en el lugar de los padres de un enfermo de leucemia,

¿dejarían que muriera? El portavoz de la Conferencia Episcopal afirma que congelar embriones a 200 grados bajo cero es un crimen.

Los científicos dicen que la unidad mínima de vida es el virus y, hasta ahora, no sé de ningún médico que al aplicar una vacuna lo hayan sentenciado por genocidio.

Por no hablar de la eutanasia, la violación del don divino.

Según algunos, menos radicales, el problema está en quién la aplica.

Pero, en algunos países

“civilizados”, aún es legal la pena de muerte.

Y podemos seguir: el uso del preservativo.

¿En qué cabeza cabe que, en el siglo XXI, cuando todo el mundo lo recomienda, cuando mueren miles de personas a causa del sida, ellos afirmen que caeremos en pecado si hacemos uso de

él? Pero, al menos, utilizarlo sólo es ser infiel a la Iglesia durante unos diez minutillos de nada y desoír sus consejos.

Lo verdaderamente diabólico es la homosexualidad.

Esos desviados son engendros de Satanás, hijos de su demoníaco legado.

Pero, no se preocupen, ya se encargan ellos de extender su homofobia por el Mundo.

Y es que toda la riqueza que poseen la destinan a adornar los dedos y el pecho de los más importantes del colectivo clerical.

O, en su defecto, a causas en las que saben que no pasará desapercibida; generalmente no se acuerdan de otras que la gente olvida porque se han convertido en algo cotidiano.

Deberían aprender de los que se van a ayudar a los negritos en nombre de Dios.

Allí, lo primero que hacen es alimentarlos y, luego, les ofrecen una educación, jamás una religión ajena a la suya.

Ya no se lleva lo de convertir a los pueblos indígenas, como hicieron en Sudamérica, pisar sus tradiciones y aplastar su cultura.

Hay que decir que han evolucionado: ya no queman a los herejes.

Pero bueno, ya se sabe, todos somos iguales ante los ojos de Dios, a excepción, claro está, del infiel, el homosexual y el partidario de la eutanasia, sin olvidar a todo aquél que haya votado al PSOE o que haya leído el Código da Vinci.

En fin, rezaremos por el difunto papa, que ahora mismo estará mirando hacia arriba y sonriéndonos a todos.
