Todo esto empezó con una entrevista de Bowman a Udeis, que a mí personalmente me encantó, pero en la que había un párrafo que a mí particularmente me rechinaba, y que es

éste:

"Hace tiempo pensaba que es cierto que se puede pertenecer a alguien.

Cuando eres joven y te enamoras por primera vez y crees que ese amor es correspondido se piensan muchas tonterías.

Pero a medida que vas madurando y que tus sentimientos se ven heridos, que sufres por eso que llamabas amor, que vas perdiendo la inocencia y que descubres que el amor es sólo un engaño de la naturaleza para continuar la estirpe y que los seres humanos lo usan como método egoísta para no estar solos, te das cuenta que en el fondo no perteneces a nadie, ni siquiera a ti mismo.

"

Y no puedo estar menos de acuerdo.

Veamos: Tengo 30 años, han herido mis sentimientos tantas veces que he dejado de llevar la cuenta, la inocencia vete a saber tú dónde me la dejé, he sufrido incontables veces por eso que llaman amor, estuve a punto de casarme y cancelamos todo justo a tiempo al descubrir que mi ex novia no me quería de la forma en que debe quererse a alguien antes de un

'sí, quiero'.

Y con todo esto a las espaldas, no.

El amor no es un engaño de la naturaleza para perpetuar la especie.

Los calentones de bajos cuando llevas 3 copas, el morbo que te pueda dar alguien, etc.

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.

eso sí son trampas de la naturaleza, dispuestas de la forma más bellaca además.

Pero no el amor.

Veamos: He hecho unos cuántos viajes, solo, con amigos, con mujeres a las que quería, de forma organizada y en modo

'sindios'.

He leido libros y escuchado piezas músicales que me han llevado por momentos a un

éxtasis casi místico.

Lo mismo puedo decir de algunas películas.

He conocido la gloria en el deporte, el estallido de marcar un gol que te da la victoria cuando el

árbitro ya se llevaba el silbato a los labios, he ganado carreras, me han puesto medallas, hasta he vencido al temible Muro que te ataca en una maratón, a eso del kilómetro 37,5, y con 5km.

más por delante.

He corrido solo bajo lluvias torrenciales y nevadas.

He aullado como un lobo a la luz de la luna borracho como una cuba

(y los que conocéis mi voz ya sabéis que puede ser un aullido de muy alto volumen).

En fin, poco más o menos, variando los términos, todos los que tengáis cierta edad podréis decir algo parecido.

Y ni una sola de todas esas sensaciones me ha acercado tanto a los cielos, a Dios o a los Dioses, si es que existen, como estar en la oscuridad, a solas y desnudo con una mujer a la que amo.

Jamás me he sentido tan inmortal, ni tan invulnerable al miedo de morir como viendo mi amor reflejado en los ojos de una mujer que me ama.

Así pues, yo digo que el amor no es una trampa, sino la sensación más sublime que tendrás el gusto de experimentar mientras campes por la Tierra.

Lo otro, todo lo demás, es simple metadona en comparación.

Por supuesto, mucha gente lo usa para evitar la soledad, muchas parejas cuando se aburren deciden comprarse una casa, o casarse, o tener hijos

(ojo, no estoy diciendo que todos los que lo hacen lo hagan por aburrimiento, pero casos hay más que botellines) En fin, huir hacia adelante.

Pero eso no se llama amor.

Se llama miedo al futuro.

Miedo a quedarse solo.

Miedo a vivir.

Y cobardes de ese tipo conozco a muchísimos.

Por otra parte, el amor tiene sus fases, y es evidente que la pasión del principio se acaba, es la chispa que prende el fuego.

Y hay mucha gente que opina que acabada esa chispa se acabó el amor.

Y tampoco: el fuego baja su intensidad y queda en el calorcito de las cenizas, que es muy agradable.

En las miradas cariñosas, en el cariño, en el respeto, en la admiración, en la comprensión, en las ganas de seguir jugando.

En las 20.000 pequeñas cositas que te encantan de quien tienes delante.

Todo eso es el amor tras el fuego arrasador del principio.

Y si eso te falta, volvemos a hablar de otro tipo de cosas que tienen poco que ver con el amor.

Para ir acabando la parrafada de momento, el amor tampoco es posesión.

Es pertenencia.

Ahora debéis estar pensando: vaaaale, eso es otra palabra para decir lo mismo.

Pues no.

La pertenencia consiste en saber que, siento la redundancia, perteneces a otra persona.

Que le das todo lo que tienes.

Y aunque eso acojona lo suyo, lo haces.

Aunque tu cabeza te diga que te pueden hacer así mucho daño, lo haces.

Sin pedir nada a cambio, ni exigir a nadie que sea responsable de tu felicidad o infelicidad.

Te doy todo porque te quiero, y punto.

Nada te pido, nada me debes.

Lo de la posesión es querer a esa persona solo para tí, lo que es humano, por supuesto, pero se llama egoismo, no amor.

Si quien tienes delante hace lo mismo contigo, genial.

Pero porque lo haga de motu propio.

Y si quiere dejar de hacerlo, pues qué se le va a hacer.

Nadie dijo que amar fuera fácil.

Así que, por supuesto, sufrido lo sufrido, vivido lo vivido y pasado lo pasado, sigo creyendo en el amor.

No sé si el amor mueve al mundo.

Pero sí sé que me mueve a mí.

Os toca tirar, amigos.
