
“.

.

.Recordarás acaso nuestros días,

este dejarse ir en la corriente.

.

.

”

La cara la tenía ensangrentada, las patadas y los puñetazos iban y venían con una violencia extrema.

Aquellos energúmenos de cabeza y mente rapada, se aprovechaban de su superioridad numérica para darle una paliza a este hombre sin pasaporte ni DNI.

Sin papeles les llaman, inmigrantes, ya sabéis.

Tal fue la gravedad de las heridas, que el hombre que ni siquiera tenía nombre, murió a las horas en un rincón oscuro.

Solo y sin nada.

Con el rostro irreconocible.

Pero algo asomaba por el bolsillo interior: Una carta.

******
Apagó el

último cigarrillo de picadura y se levantó del suelo.

El tren estaba listo para

partir.

En la maleta, aparte de dos pantalones, dos camisas y dos mudas, llevaba una carta de su hija.

“.

.

.Hola papá.

Hoy me han dado las notas.

He aprobado todo con notables y sobresalientes.

Algún día podré ir a la universidad

(si quieres, claro).

¿Te imaginas? Podré aprender un montón de cosas nuevas, y tendré luego un buen trabajo y ganaré mucho dinero.

Y así podrás volver.

¿Te imaginas, papá? No tendrás que volver a irte, estaremos aquí los tres: Mamá, tu y yo.

Ya no te humillará más tu jefe, ese hombre malo que te da voces.

Y así mamá dejará de llorar porque te has ido, esta muy triste

¿sabes?

¿Te imaginas? Nada más pensarlo me eriza la piel.

Bueno papá te dejo ya, un beso muy muy muy grande.

Vuelve pronto.

.

.

”.

Él no sabía leer, había intentado aprender en la escuela de noche, pero los días tan intensos de trabajo no le dejaba fuerzas para coger un libro.

Siempre se servía de alguna persona amable que se ofreciera para leerle las cartas.

Luego llegó lo de siempre, la llegada a la frontera, el registro de las maletas, la llegada a la choza donde dormían y los largos y tediosos días de trabajo.

Y cada semana, como era costumbre, una carta que amablemente le leía un compañero de trabajo.

Juan, el médico.

“.

.Hola papá.

¿Cómo estás?

¿Es muy duro el trabajo por allí? Por aquí no andamos muy bien que digamos.

La comida escasea cada vez más, si no fuera por la tía Ana y sus apaños, creo que ya habríamos muerto de hambre.

Por cierto, mamá está mala.

Hace una semana que no se levanta de la cama, estamos muy preocupados.

He tenido que dejar de ir a la escuela para poder cuidarla.

Estoy un poco triste, pero bueno, mamá está antes.

¿Vendrás pronto? En cuanto a lo que ya sabes, aquí no mejoran las cosas, todos los días se llevan a alguien acusado de ser de no se qué color.

A veces nos asustamos cuando la policía entra en las casas de vecinos por la noche.

Bueno papá, me llama mamá, quiere algo de beber.

Espero que vuelvas pronto, un beso muy muy grande.

”

******
Las gradas estaban a rebosar.

El congreso del partido había sido muy publicitado, incluso habían contratado a un presentador para animarlo.

Iba a ser la bomba.

Cientos de miles de personas lo seguirían por televisión.

El mensaje estaba claro.

Había que atacar directamente la política del gobierno en cuanto a inmigración.

Se trataba del congreso de la oposición, claro.

Quería llegar como fuera al gobierno, y esa manía del gobierno de dejar entrar moros de mierda a punta de pala en el país le daba una baza cojonuda para ganar votos.

Pensaban en esas masas de personas que se sienten amenazadas porque piensan que las pateras no traen más que ladrones de trabajo.

El mensaje, como he dicho, estaba claro.

La inmigración es mala, el gobierno la permite y tolera, ergo el gobierno es malo.

Y llegó el gran momento del presidente del partido.

Salió entre vítores y aplausos y soltó una arenga en contra del gobierno y su política.

>>Queridos compatriotas, me gusta mi país y sus costumbres.

Me gusta sentarme y charlar con los ancianos, y jugar con los niños, y preguntarle a las amas de casa a cuanto está el pan.

Pero,

¿Sabéis que es lo que más me gusta?.

.

.

Pues que eso no cambie.

No quiero que las oleadas inmigrantes invadan este país y le borren las costumbres con esa cultura del velo y la falta de democracia.

Porque queridos amigos, es que en nuestro amado País, tenemos democracia.

No como allí, que viven en sistemas anticuados y dictatoriales.

Aquí podemos presumir de democracia y respeto a los derechos humanos, por eso tenemos que impedir que sigan entrando a mansalva en nuestras queridas costas.

.

.

El estruendo de los aplausos dejó sordo a más de uno que miraba la televisión.

.

.

***
El viaje de regreso no fue mejor que el de ida.

Hacinados en el vagón de un tren, con la cara marcada por el cansancio y unos cuantos quilos perdidos en los campos de trabajo.

El

único recuerdo agradable fue la visita a aquella playa.

Había oído hablar de ella porque allí murió su tío.

Junto a otros muchos que también se tuvieron que marchar, y no precisamente por ir a buscar trabajo.

Lo que se encontró en su casa, no fue más alentador que el viaje de regreso.

Su mujer había muerto de tuberculosis.

La habían enterrado hace dos semanas.

Se sentó destrozado en el sillón, no tenía ni fuerzas para llorar.

Solo se dejaba abrazar por su hija, su

única hija.

Su

única familia.

Aprendió a no hablar demasiado, a quejarse lo justo y a trabajar sin descanso para tener algo que llevarse a la boca.

Obviamente, la niña dejó definitivamente los estudios.

Todas las ilusiones de conocimiento se quedaron en la cuneta.

Se metió a trabajar.

Y así pasaron los años, de albañil a carpintero, pasando por panadero, agricultor, transportista, y un largo etcétera.

Ella limpiaba aquí y allá, en casas ricas donde aparte de tener mucho que comer, podían permitirse el lujo de no trabajar.

Siempre que veía a esa niña repelente con un libro en la mano, un escalofrío de rabia le subía por la columna.

Ahora, en la actualidad de este país, ella es cajera de supermercado y ha encontrado a lo que se supone el amor de su vida.

Un chico que puede que llegue a gerente del super y que la quiere y la mima.

El se va todas las tardes al parque, a sus 86 años, a charlar con sus compañeros de casino.

Algunas tardes se cruza con algunos chicos de color, no saben de donde son, pero se niega a creer todo lo que dicen de ellos en la televisión.

Duermen en una casa medio derrumbada y se pasan el día trabajando por un bocadillo y una botella de agua.

- ¿Qué diferencia hay entre ellos y nosotros, Manolo?

– Se dirige hacia su amigo con voz entrecortada- Nosotros también nos fuimos un día.

La diferencia tal vez, es que algunos volvimos.

Y podemos contarlo.

Todas las noches, antes de apagar la luz e irse a dormir, este anciano de mirada melancólica recuerda aquellos trenes llenos de gente.

****
Satisfecho con los resultados de las elecciones, el flamante líder de la oposición, ahora nuevo presidente del gobierno, se sienta en su confortable sillón de cuero y se enciende un puro mientras pide a su secretaria que le eche dos dedos de whisky en un vaso.

Con hielo.

Encima de su mesa hay un sobre.

No tiene remite.

Inquieto, la examina con detenimiento y se decide a abrirla, Dentro solo hay un folio con un mensaje muy escueto.

:

“.

.

.No olvides el vapor que expulsaba el tren,
recuerda, recuerda lo que fuiste.

.

.

”