En un boletín de noticias digital leí hace tiempo:

Sábado 16 Abril
Tarifa pretende quedarse el galeón de
‘Alatriste’
El Ayuntamiento de Tarifa le ha realizado una propuesta de cesión del galeón instalado en la playa de Valdevaqueros a la productora que está rodando la película El Capitán Alatriste.

La idea del Consistorio es conservarlo como reclamo turístico.

Pues bien, este pasado fin de semana fui a la playa de Valdevaqueros, cámara en mano, dispuesto a revisitar los lugares donde había tenido lugar el rodaje.

Me emocioné al llegar en coche y ver de lejos los palos del galeón.

Eso sí, la visión era totalmente distinta, porque el excelente día de playa había convertido toda la arena, el agua y el cielo, en un hormiguero de surfistas

(wind, fly y todas sus extrañas variantes).

Pero decidí aplazar la visita al barco y dirigirme en primer lugar a la duna.

Allí encontré el bosquecillo de

árboles secos donde se rodó la escena de
la paga a los bravos
y lo fotografié para guardar el recuerdo.

También me apoyé un rato en el mismo

árbol donde Diego Alatriste había estado limpiando su espada mientras conversaba con Copons.

Luego me dirigí al pie de la impresionante duna por la que descendimos aquel día los bravos, e incluso ascendí hasta la cima.

Aquí me llevé una pequeña sorpresa, porque ya sabía que la duna era móvil, pero no imaginé que tanto.

En el tiempo transcurrido desde que acabó el rodaje hasta ahora, el viento ha cambiado la configuración de la gran montaña de arena, desplazándola por unos sitos, ondulándola por otros.

De todas formas, aproveché el ascenso y me quedé un buen rato disfrutando de las maravillosas vistas.

Y por fin llegó el gran momento.

Era la hora de visitar el galeón y rememorar el abordaje.

Así que allí me dirigí, esquivando cometas de fly-surf, cuidando de que nadie me abriera la cabeza de un cometazo.

Por el camino iba preguntándome si el vigilante jurado del galeón sería permisivo o si, por el contrario, me dejaría con las ganas de subir al barco.

Decidí planificar mi estrategia, charlando un rato con

él, haciéndole compañía, contándole mi experiencia como extra y pidiéndole finalmente que me dejase pasear un rato por la cubierta y hacerme alguna fotillo.

Me iba acercando al galeón por el lado de la playa

(no como en el rodaje desde los aparcamientos) así que tuve que bordear y vadear la laguna que separa la playa del lugar donde se alza el barco.

Y en ese momento pude comprobar que había unos niños en la cubierta.

¡Bien!

-me dije-.

Si a esos les han dejado subir, espero que a mí también.

Y por fin llegué a la zona.

Ya no había caravanas de actores, camiones del cátering, carpas de vestuario, las tiendas para los técnicos y el director, el gran camión-grúa de las luces.

Todo había cambiado y parecía más pequeño.

Pero sí seguía allí el barco.

Me acerqué y

¡oh, sorpresa!

Todo estaba destrozado, las maderas estropeadas, las cuerdas sueltas al aire, grandes desconchones en las molduras, tablones arrancados, etc.

Por supuesto yo no esperaba encontrar los cañones, el falconete, la campana, los faroles, la bandera, ni nada de eso.

Pero sí esperaba encontrar el resto del barco bien conservado.

Evidentemente allí no había ningún vigilante.

Cada cierto tiempo aparecían por allí algunos curiosos y subían a curiosear y fotografiarse.

Algunos niños trepaban por la jarcia o saltaban aquí y allá.

Al principio me indigné porque, tras leer aquella lejana noticia, pensé que el Ayuntamiento iba a conservar el barco.

No sé quién habrá decidido que no sea así, si el Ayuntamiento o la productora.

En ese momento pensé en hacer alguna movilización en plan

"del barco de Chanquete, no nos moverán", pero me desilusioné rápidamente, porque sabía que era una de esas batallas que nunca se ganan.

Aunque sí me parece que se podría hablar con el Ayuntamiento o la productora para que, ya que no lo van a conservar, lo desmonten, pues corre peligro de derrumbamiento y allí hay visitantes inconscientes que se suben por todas partes.

No sé si me estoy haciendo mayor y las desilusiones y desengaños de la sociedad me han vuelto un inmovilista, o si simplemente hoy es uno de esos días en los que el siempre fluctuante

ánimo hace que mires con indiferencia y sólo tengas fuerzas para decir un simple:
Adiós, Niklaasbergen
.

Espero estar menos depre en mi próxima intervención.
