NO SIEMPRE FUE UNA VERGÜENZA

Como saben, me gusta recordar viejos episodios de nuestra Historia.

Sobre todo si causan respeto por lo que algunos paisanos nuestros fueron capaces de hacer.

O intentar.

Situaciones con posible lectura paralela, de aplicación al tiempo en que vivimos.

Les aseguro que es un ejercicio casi analgésico; sobre todo esos días funestos, cuando creo que la

única solución serían toneladas de napalm seguidas por una repoblación de parejas mixtas compuestas, por ejemplo, de suecos y africanos.

Sin embargo, cuando una de esas viejas historias viene a la memoria, concluyo que quizás no sea imprescindible el napalm.

Siempre hubo aquí compatriotas capaces de hacer cosas que valen la pena, me digo.

Y en alguna parte estarán todavía.

Como estuvieron.

Era un navío de 70 cañones y tenía un bonito nombre:

'Glorioso'.

Lo mandaba el capitán don Pedro Mesía de la Cerda, y en 1747 traía de La Habana cuatro millones de pesos en monedas de plata.

El 15 de julio, cerca de las Azores, el navío se topó con un convoy inglés escoltado por tres barcos de guerra que casi lo doblaban en número de cañones: el navío

'Warwick', la fragata

'Lark' y un bergantín.

En aquel tiempo, un navío de América era un bombón: solía llevar caudales a bordo, así que los ingleses le dieron caza.

Manteniendo el barlovento con mucho arte, el

'Glorioso' se batió toda la noche, tuvo un respiro al caer el viento durante el día, y volvió a pelear la noche siguiente: primero dejó fuera de combate a la fragata, que se hundió; y tras hora y media de combate con el

'Warwick' en la oscuridad, sin otra luz que los fogonazos artilleros

-los españoles dispararon 1.006 cañonazos y 4.400 cartuchos de fusil-, el navío inglés se retiró con el rabo entre las piernas.

Que no siempre Britania, aunque lo venda con trompetas, parió leones.

Sin embargo, la odisea del

'Glorioso' no había hecho más que empezar.

Siguiendo rumbo a Finisterre, el 14 de agosto volvió a dar con una fuerza británica: el navío

'Oxford', la fragata

'Shoreham' y la corbeta

'Falcon'.

Como en el caso anterior, los ingleses le fueron encima igual que lobos.

Pero el comandante Mesía y su gente eran de esa casta de colegas que aprietan los dientes y venden caro el pellejo.

Por segunda vez asomaron los cañones y batieron el cobre como los buenos: después de tres horas de arrimar candela, pese a haber perdido el bauprés, una verga y tener la popa hecha una piltrafa, el

'Glorioso' continuó navegando hacia España mientras los ingleses se retiraban con graves daños.

Fondeó el navío en Corcubión, desembarcando los caudales, y volvió a la mar para reparar averías en Cádiz, pues vientos contrarios descartaban El Ferrol.

Y el 17 de octubre, a la altura del cabo San Vicente, volvió a encontrarse con una fuerza enemiga.

Esta vez eran cuatro fragatas corsarias con base en Lisboa y bajo el mando del comodoro Walker:

'King George',

'Prince Frederick',

'Princess Amelia' y

'Duke', que sumaban 960 hombres y 120 cañones.

Inmediatamente le dieron caza, aunque el español, resabiado, no reveló su nacionalidad

-treta común del mar- hasta que la

'King George' se acercó a preguntársela.

Entonces Mesía izó pabellón de combate y le largó al rubio una andanada que le desmontó dos cañones y el palo mayor.

Siguieron tres horas de carnicería muy bien sostenida por el

'Glorioso'; pero al rato se unieron a la fiesta las otras fragatas y dos navíos de línea ingleses que navegaban cerca, el

'Darmouth' y el

'Russell': seis barcos y 250 cañones contra los 70 del solitario español, maltrecho y corto de gente por los combates anteriores y la travesía del Atlántico.

Aun así, el comandante Mesía y su tripulación, a quienes a esas alturas daban ya igual seis guiris que sesenta, se defendieron como gato panza arriba bajo un fuego horroroso durante dos días y una noche.

Que se dice pronto.

Aún tuvieron la satisfacción de acertar en una santabárbara y ver volar al

'Darmouth', que se fue a tomar por saco con 314 de sus 325 tripulantes.



'Combate del
'Glorioso' contra el HMS Darmouth'', de
Ángel Cortellini Sánchez
(1891)

Y al fin, el 19 de octubre

-33 muertos y 130 heridos a bordo, agotada la munición, el barco desarbolado, chorreando sangre por los imbornales, raso como un pontón y a punto de hundirse-, el comandante convocó a los oficiales que seguían vivos, los puso por testigos de que la tripulación había hecho lo imposible, y arrió la bandera.

De tal modo, fiel a su nombre, acabó viaje el navío español

'Glorioso'.

Había librado tres combates contra 12 barcos enemigos, de los que hizo volar uno y hundió otro; pero la hazaña final no corresponde sólo a quienes con tanta decencia lo defendieron, sino al navío mismo: remolcado a Lisboa por los vencedores para repararlo e izar en

él su pabellón, los destrozos se revelaron tan graves que se negó a flotar y fue desguazado.

Ningún inglés navegó jamás a bordo de ese barco.

El Semanal, 15 de julio de 2012

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Reverte y Dalmau ante

'El

último combate del

'Glorioso''
Esteban Villarejo

- ABC

- 23/11/2014

Acorralado, sin más munición que los mosquetes de sus marinos, despellejados sus mástiles, el

'Glorioso'

–comandado por el capitán don Pedro Mesía de la Cerda

(Córdoba, 1700-Madrid, 1783)– finalmente rindió pabellón ante el inglés después de volar a uno y hundir a otro de sus barcos en los tres meses en los que su afamada carrera hizo estremecer de nuevo al inglés, quien bien vivo tenía el espanto de Cartagena de Indias y la encarnizada defensa que Blas de Lezo perpetró para su escarnio en 1741.

En aquel contexto

–la conocida como la Guerra de la Oreja de Jenkins o de Asiento– se sitúa el cuadro que el

«marino» Arturo Pérez-Reverte

(académico y escritor) y el pintor Augusto Ferrer-Dalmau ultiman estos días con el propósito de presentarlo próximamente en el Museo Naval de Madrid, institución que encargó este lienzo para saldar una cuenta pendiente: hasta ahora el

único lienzo de aquellas batallas que libró el

'Glorioso' consistía en una versión inglesa de Charles Brooking.

Aún faltan los

últimos detalles y ajustes.

«Ha sido un cuadro de máxima dificultad.

Por los vientos reflejados, las velas en facha, la marejada y la multitud de detalles que se podrán encontrar.

Hay muchas figuras e historias dentro del cuadro», explica el pintor barcelonés Ferrer-Dalmau, quien en los

últimos años ha espoleado en España el género de la pintura histórica-militar.

Cuadros como

'Jinetes de Alcántara'

(sobre el Desastre de Annual),

'Rocroi, el

último Tercio',

'Mi bandera'

(batalla del Cabo de San Vicente),

'Agustina de Aragón',

'El Camino Español'

(sobre la ruta de los Tercios hacia Flandes) o

'La Patrulla'

(guerra de Afganistán) son ejemplos de su obra.

Ahora, y durante los

últimos tres meses, Ferrer-Dalmau ha contado con el asesoramiento de Pérez-Reverte para pergeñar al alimón una historia que comienza el 15 de julio de 1747, cerca de las Azores, cuando el

'Glorioso' y sus 70 cañones se toparon con un convoy de barcos ingleses en el que se hallaban tres buques de guerra que casi lo doblaban en número de cañones: el navío

'Warwick', la fragata

'Lark' y un bergantín, Tras zafarse de aquella primera embestida del inglés en la que hundió a su fragata, el

'Glorioso' tiene una segunda batalla rumbo a Finisterre el 14 de agosto tras avistar tres buques ingleses: el navío

'Oxford', la fragata

'Shoreham' y la corbeta

'Falcon'.

¿Resultado? El buque de la Armada española libró batalla durante tres horas para después proseguir su ruta dejando maltrechos a los tres buques de la Royal Navy.

Tras fondear en Corcubión y luego poner rumbo a Cádiz para su reparación, el

'Glorioso' fue interceptado de nuevo el 17 de octubre en el cabo de San Vicente por una fuerza naval compuesta por cuatro fragatas corsarias bajo el mando del comodoro Walker:

'King George',

'Prince Frederick',

'Princess Amelia' y

'Duke', que sumaban 960 hombres y 120 cañones.

«Siguieron tres horas de carnicería muy bien sostenida por el

'Glorioso'"; pero al rato se unieron a la fiesta las otras fragatas y dos navíos de línea ingleses que navegaban cerca, el

'Darmouth' y el

'Russell': seis barcos y 250 cañones contra los 70 del solitario español, maltrecho y corto de gente por los combates anteriores y la travesía del Atlántico», escribió Pérez-Reverte en su artículo

'No siempre fue una vergüenza'

(XL Semanal 16-7-2012).

Tras hacer blanco en la santabárbara del

'Darmouth' y volarlo por los aires, al día siguiente don Pedro Mesía de la Cerda rindió el

'Glorioso':

«El 19 de octubre

–33 muertos y 130 heridos a bordo, agotada la munición, el barco desarbolado, chorreando sangre por los imbornales, raso como un pontón y a punto de hundirse–, el comandante convocó a los oficiales que seguían vivos, los puso por testigos de que la tripulación había hecho lo imposible, y arrió la bandera», relata el autor de

'El capitán Alatriste' o

'Cabo Trafalgar', quien cuenta con una de las bibliotecas navales más ricas de España.

Remolcado hasta Lisboa, finalmente halló hundimiento en la capital portuguesa, donde los ingleses pretendían repararlo.

El Museo Naval de Madrid aguarda ya a este cuadro de 170x190 centímetros.

«Refleja el amanecer.

Los

últimos cañonazos de los ingleses, con el

'Glorioso' sin munición.

En desafiante actitud aún», explica Ferrer-Dalmau.

Foto:
http://lector.kioskoymas.com/epaper/vie ... irect=true