
El_Curioso_Impertinente escribió:Os parecerá una chorrada, pero a mí me pasa una cosa extraña con las pelis del oeste

(.

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) me da la impresión de que suceden en una especie de mundo atemporal, un Camelot curioso e irreal, sin pasado ni futuro.

.

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No me parece una chorrada ni me parece que te pase nada extraño por tener esa impresión.

Y es que las pelis del oeste

(también llamadas

'de tiros',
'de indios y vaqueros'
o, simplemente,

'de vaqueros')
acontecen en efecto, como bien dices,
en una especie de mundo atemporal, un Camelot curioso e irreal, sin pasado ni futuro.

Tal cual, pascual.

Puedes, incluso, quitar lo de

'una especie de'.

Las pelis

'de vaqueros'
realmente tienen lugar en un mundo atemporal, en un Camelot imaginario sin pasado ni futuro.

Los franceses, que probablemente constituyan el público más cinéfilo y con mejor paladar del mundo, fueron los primeros en señalar esta peculiaridad a finales de los cincuenta.

O sea, hace más de cincuenta años, cuando John Wayne y Gary Cooper galopaban libremente por las pantallas de todo el planeta.

Alguien, certero, habló entonces de

'cantares de gesta'.

Los
westerns
serían, pues
los cantares de gesta de un pueblo sin cantares de gesta.

Toma ya.

No sé.

Podría

¿no?

Piénsese que los primitivos cineastas que, ya antes de la Guerra del 14, empezaron a hacer pelis

'
'de tiros'
mudas y breves

(en B y N, como no), se limitaron a contar lo que sus padres y abuelos les habían contado: mil anécdotas enredadas en la visión que los pioneros tenían sobre la marcha hacia el Oeste y la creación de los USA.

La visión de gente que había estado allí y había culminado una hazaña llevada a cabo a través de tres o cuatro generaciones en pie de guerra permanente con los indios, los forajidos, los terratenientes y, sobre todo, la Naturaleza indomable, agreste y salvaje.

Una lucha que había costado tiempo, dios y ayuda.

Y a muchos, inevitablemente, la vida.

John Ford presumió alguna vez de que lo sucedido en OK Corral se lo había contado el propio Wyatt Earp.

Siendo posible, que vaya usted a saber, parece indudable que el viejo león conocía, si no de primera mano,

'casi' de primera mano,

'los hechos'

(?) que relató en

'Pasión de los fuertes'
sesenta años después de acaecer lo que fuera que acaeciese en el legendario Corral Okey de Tombstone

(Arizona).

Película a película y década a década, el relato de las hazañas y trabajos de los pioneros y colonos se iría amontonando en imágenes que, con el paso del tiempo y la desaparición física de los protagonistas de los hechos, primero, y de sus hijos después, se convirtieron ellas mismas en EL relato veraz e indubitable de

'lo sucedido', así como en referencia para nuevas películas.

Con la llegada del sonoro y del llamado

'crack'
bursátil del 29, este material era ya muy considerable y definía con precisión un cerrado universo genérico definido por sus propias normas, reglas, situaciones y señas de identidad: los sombreros, las camisas de cuadros, los chalecos, los indios, el revólver, las galopadas, los pañuelos en el cuello, las diligencias, el rancho, las vacas, los zahones, el lazo, el sheriff, el

'saloon',
las peleas, los chicos del Séptimo con su trompetería y sus confederados.

Un género.

Básicamente masculino y, digamos,

'vendedor' de

'valores masculinos'.

Y es que el

‘western’
es un género en el que ellas casi son, con perdón, utilería, atrezzo, figuración, adorno: hijas, madres, novias, esposas, maestras,

'squaws',

artistas de variedades y también chicas, que sé yo, algo

‘ligeras de cascos’, como el personaje de Claire Trevor en

'La diligencia'.

En todo caso, los que actúan y llevan la voz cantante en toda la primera mitad de la Historia del

‘Western’
son ellos, que las secuestran, las requiebran y se casan con ellas, voz pasiva de la gramática del

'western'.

Así que ellas se pasan la vida esperándolos en el porche haciendo calceta y dando de comer a las gallinas.

Como compensación, a veces reciben galanterías, ramos de flores, vestidos del Este, besos de tornillo… y algún sopapo.

A partir de los cincuenta, hartas de hacer de florero, las chicas le echan mano a la escopeta, pegan tiros, se hacen jugadoras y hasta regentan ambiguos negocios, como el de Mme Belle Aragon en

'Dos cabalgan juntos'.

Son los años de la Marlene Dietrich de

'Rancho Notorius',
de la Joan Crawford de

'Johnny Guitar'
y de la Angie Dickinson de

'Río Bravo'.

Los años del principio del fin.

La inteligencia supina de John Ford resumió a su modo toda esta falsa realidad oculta detrás de la mitología del

‘western’,
engañosa, contradictoria y terrible.

Y lo hizo con una brillante réplica en el diálogo de un personaje de la película

'El hombre que mató a Liberty Valance'.

Esa réplica, hoy mítica, aparece citada en este hilo por ahí arriba

(con enlace al

'tutubo'
y todo) y dice algo así como

'usted puede decir lo que quiera, señor Stoddard, pero nosotros estamos en el Oeste y cuando la Leyenda se hace realidad, hasta el punto de ser más real que la misma Historia, en el Oeste nos dejamos de historias y nos quedamos con la Leyenda'.

O bien

'imprimimos la Leyenda y a otra cosa',
que viene a ser lo mismo.

Sustitúyase ahora en esa larga frase la expresión

'El Oeste'
por

la expresión

'Los USA'
y se comprenderá por qué el género cinematográfico llamado

‘western’
por los americanos murió sin remedio en Vietnam

(así como en la lucha violenta y brutal contra la segregación).

Y también por qué los asesinatos de los Kennedy y de Luther King en los sesenta fueron la puntilla

(no es casual que La

Última Peli del Oeste, la titulada

'La balada de Cable Hogue',
sea de 1969.

Sí, vale, ya sé que hubo quien, aún después de aquella lúcida y poética balada fúnebre por el viejo

‘western’
desaparecido, insistiera en que

él hacía

‘westerns’,
tócate los cataplines, marilines, como John Ford y los clásicos.

Pero no: sólo hacía muertos vivientes y, en el mejor de los casos, lúcidas películas como

‘Sin perdón’
o

‘El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford’
ambientadas en rigurosas reconstrucciones históricas del siglo XIX en los USA.

Pero no

‘westerns’.

No leyendas.

El impresionante discurso que en 1969 pronunció el buen reverendo Joshua ante la fosa de Cable Hogue es el responso por el

‘western’
y también el epitafio que figurará para siempre en la losa, ya vieja y mohosa, que desde el estreno de

'La balada de Cable Hogue',
hace ya la friolera de cuarenta y tres años, cubre la tumba de las lloradas pelis

'de vaqueros'.
http://www.youtube.com/watch?v=gQN-ImFW__w

Total, que el

‘western’
, tenido por millones de devotos como el género cinematográfico por excelencia, se acabó cuando en los años sesenta la puta Historia que estaba sucediendo entonces despertó ruidosamente a los americanos del sueño en el que, como niños, estaban sumidos colándose, cruda y sin mixtificaciones, en todas las casas por la ventana del televisor

(del mismo modo que los vehículos que movía la gasolina, y no el caballo, se colaban en la propiedad de Cable Hogue haciendo un ruido tremendo también y, sin querer, matando al fin al viejo pionero: en puridad, despertándolo).

Quizá por eso, después de Vietnam, la

'prensa libre' dejó de acompañar a los ejércitos USA hasta primera línea.

Sí, la

'prensa libre' dejó de ir a la guerra a su aire: un periodista suelto

(un periodista de verdad) dando cuenta de lo que pasa y describiendo la realidad y no fantasías es más peligroso que un indio con una navaja: por más que lo vigiles, te desmonta el estaribel sin que te des cuenta, como habían demostrado en la guerra nuestra los

'deslices' del portugués Mario Neves, del francés Georges Bernanos y del italiano Indro Montanelli.

Y eso a pesar del estricto control sobre la información, y sobre cualquier cosa que se moviera, que había en el lado Nacional

(aquellos

'deslices', huelga decirlo, supusieron no pocas contrariedades para los tres periodistas

'bocazas').

Pues eso.

Que las pelis del oeste tienen lugar en el limbo.

Un limbo en el que ellas son prostitutas guapas y limpias de las que se enamoran rendidamente héroes

épicos y guapos que nunca se mueren al final

(salvo en

'La balada de Cable Hogue').

Un limbo, se siente, que es una Obra de Arte.

Y, claro, a una Obra de Arte se le perdona todo.

¿O no?
http://www.youtube.com/watch?v=ZYaItNsVlz0