No sé yo si se trata de un problema de buenos y malos.

No creo que vayan por ahí los tiros.

Ni tampoco creo que el asunto se limite a que los occidentales seamos unos esquilmadores que las riquezas del mundo, y que nos están dando pal pelo porque nos lo merecemos

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y más que nos van a dar.

No puede ser tan sencillo.

Porque si así fuera, no sé qué están esperando los aymaras para trincar la goma2, ni los quechuas, ni los apaches, ni los nativos australianos, ni toda Africa desde el norte hasta el sur para ponerse a la cola de los que están dispuestos a repartir estopa con las facturas en la mano.

Mucho me temo que no se trata de cobrar cuentas pendientes con el pérfido hombre blanco, acaparador, explotador, codicioso e hijoputa.

Porque de hecho, aquí quienes parecen tener, repito, pa-re-cen te-ner el monopolio del rencor y la cuenta pendiente, son siempre los mismos y no otros.

Por el contrario, y no me lo he inventado yo, sino que hay gente bastante más puesta en el tema que quien os escribe ahora, aquí lo que hay es una confrontación directa entre dos formas opuestas de ver el mundo, la sociedad, las costumbres, la moral, y en

último término, la religión.

Hace unos meses, escuchando un programa de radio, debatían sobre el asunto varios contertulios.

Uno de ellos, cuyo nombre ni recuerdo, pero creo que era algo así como sociólogo o algo por el estilo, decía sobre estos tíos, los del turbante y el alá uh akbar, que si pensamos que los vamos a encauzar por la senda de nuestra filosofía de la vida, vamos listos.

Porque tenemos que comenzar a comprender, que a ellos nuestra forma de vida, nuestras costumbres, formas política, nuestra filosofía, todas ellas provenientes de la cultura greco-romana, les importan un real carajo.

Así como nuestros televisores de plasma, nuestros teléfonos móviles de

última generación, los trajes de Armani y Gucci, y toda la ferretería con la que occidente deslumbra al mundo, comenzando por sí mismo.

Hablamos de otro tipo de sociedad, otra cultura y otro modo de entender las cosas que no tiene mucho que ver con el nuestro.

Una cultura socioreligiosa que ha permanecido aletargada los

últimos 600 años, y que ahora está resurgiendo de nuevo con la misma fuerza y fanatismo con la que nació en el siglo VII.

No olvidemos que el Islam es una religión de conquista, más allá de los mensajes y valores de paz que también posee, etc, etc, etc

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En fin, no sé.

Supongo que cuando un tipo se ata un cinturón de explosivos dispuesto a llevarse por delante, ya no la vida de un marine, ni de un soldado isralelí o uno inglés, o de donde puñetas sea, sino que justo en ese momento previo, esos instantes antes de apretar el detonador mientras en su mente a cámara lenta ve esos ancianos paseando, aquella madre con el bebé en su cochecito, la pareja de niños que vuelven con la cartera del colegio, quizás sean hermanos, el hombre que vuelve a casa pensando que mañana tiene que acordarse de felicitar a su mujer en su aniversario

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Gente corriente que, quizás hasta sean buenas personas o quizás no, quizás sean unos demonios opresores y unos herejes malnacidos.

Pero

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y los niños? ellos también lo son??.

Quizás lo sean mañana.

Tal vez el día de mañana sean también como sus padres y por eso merezcan morir aquí y ahora.

Y a pesar de todo, justo en ese momento, en esa fracción de segundo donde se debería juntar el miedo, la duda y el instinto de conservación, es cuando sorprendentemente alcanza su mayor grado de lucidez y decide hacer lo que está a punto de hacer.

Y lo hace.

Tal vez no podamos comprender otras formas de entender la propia esencia de la vida, si antes no nos desprendemos de nuestros propios valores.

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