Barcelona, capital de las letras
Justo Barranco

- La Vanguardia

- Barcelona

- 15/09/2004

La concentración de escritores llega estos días al paroxismo en Barcelona: el Fòrum reúne a doce

–entre los que figuran Carlos Fuentes, Henning Mankell o Juan Goytisolo– y Kosmopolis lleva al CCCB a otros 107, entre ellos Vargas Llosa, Ismail Kadaré, Amos Oz o Alejandro Jodorowsky.

Si el festival literario Kosmopolis abrió ayer por la tarde sus puertas en el centro del Raval con exposiciones sobre Gao Xingjian y Julio Cortázar y una sesión de hip-hop, a unos cuantos kilómetros arrancaba por la mañana el diálogo del Fòrum

'Diversidad e identidades de los lenguajes narrativos', con cuatro sesiones en dos días dedicadas al debate literario y el análisis del papel del escritor en la sociedad.

Y comenzó abarrotado, con 400 personas en la sala, y casi con sorpresa: José Saramago y Arturo Pérez-Reverte negaron que el escritor deba ser un referente moral, que era el tema de la primera charla.

“Si un escritor deliberadamente decide ser un referente moral, lo que tenemos es un cura, un predicador”, dijo el Nobel portugués, y añadió que no era referente moral ni de su propia casa.

Nada mal, considerando que el moderador y director de todo el encuentro, el escritor mexicano Sealtiel Alatriste, había afirmado el lunes que la sociedad demanda una presencia activa de los escritores como conductores morales.

Alatriste intentó en vano que sus invitados se otorgaran otro papel que el de narradores.

“Soy un leal mercenario de mí mismo

–dijo divertido Pérez-Reverte– y eso me permite ser más fiel a mí de lo que lo puedo ser con compromisos externos”.

Y Saramago afirmó que

“el escritor es sólo un pobre diablo que trabaja”.

Parecía que la charla iba a discurrir por otros derroteros cuando comenzó Pere Gimferrer.

El poeta habló de Góngora y Mallarmé y sus universos poderosos y ahistóricos, pero también de poetas que incidieron en el mundo, como el Dante de

‘La Divina Comedia’ y el Rimbaud de las

‘Iluminaciones’,

“alguno de cuyos poemas podría aplicarse hoy a la actuación de EEUU en Iraq sin cambiar una coma”.

Sin embargo, nada más tomó la palabra Pérez-Reverte, acotó que su responsabilidad es la del trabajo bien hecho.

“Soy novelista y mi ideología es coyuntural, según los personajes de la obra.

Respeto a los que se comprometen, pero no me gusta que me lo exijan”, dijo.

Saramago reconoció ser para algunos lectores un referente moral, pero que eso sólo significaba que

“coincidimos en unas cuantas preocupaciones e ideas, se trata de un encuentro entre un autor y unos cuantos, y la mirada del otro convierte a veces al pobre diablo del autor en un referente”.

Gimferrer puso el punto final al diálogo recordando lo relativa que era la ideología del autor y cómo lo que importa al final es su obra: Dante fue primero güelfo y luego gibelino, partidario del Papa y el emperador, algo así como ser partidario de Bush y de Kerry, y eso aparece en su obra.

“Hoy no nos parece relevante, la literatura y la política son de

órdenes diferentes”.

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Saramago y Pérez-Reverte ironizan en el Fórum sobre moral y literatura
Un debate con Pere Gimferrer abre los diálogos sobre la identidad de los lenguajes narrativos

Miguel Mora

/ E Riu

- El País

- Barcelona

- 15/09/2004



Lleno total, risas, ovación y una enorme cola de gente pidiendo autógrafos despidió ayer el primero de los cuatro diálogos literarios que programa el Fórum esta semana.

Abrieron el fuego José Saramago, Pere Gimferrer y Arturo Pérez-Reverte.

Hablaron, desde la ironía, sobre literatura y compromiso.

La conclusión fue que cuando se trata de literatura, sólo hay un compromiso: la literatura.

Por la tarde, la colombiana Laura Restrepo y el sueco Henning Mankell

(que presentó su nueva novela por la mañana) intercambiaron información sobre los imaginarios novelescos y sociales en sus países.

Y en el CCCB arrancó

'Kosmopolis' con tres exposiciones simultáneas y la literatura como telón de fondo: Gao, Cortázar y el hipertexto.

¿Es o debe aspirar el escritor a ser un referente moral para sus lectores y la sociedad? Esta pregunta fue el centro del debate de ayer entre José Saramago, Pere Gimferrer y Arturo Pérez-Reverte, que abrió en el Fórum, en la enorme sala 113 abarrotada de estudiantes, las jornadas sobre

‘Diversidad e identidades de los lenguajes narrativos’, coordinadas por el escritor y diplomático mexicano Sealtiel Alatriste.

"¿El escritor un referente? El escritor sólo es un pobre diablo que trabaja", dijo Saramago.

"Yo no soy un referente moral ni en la calle donde vivo, y mucho menos aún en mi casa.

Dejemos en paz a la moral, que es una cosa muy personal, no algo que sirva para dar lecciones a la gente".

Igual de escéptico, Pérez-Reverte dejó claro que

él no se considera en absoluto una referencia moral.

"Hay escritores y hay novelistas.

No siempre es lo mismo.

Yo me considero un novelista que escribe para contar historias, para crear otro mundo, para saldar cuentas con la historia o porque me pagan, pero no quiero ser el referente moral de nadie".

Tras el pase de un vídeo realizado en la Universidad Autónoma de México sobre el tema, Sealtiel Alatriste había dado la palabra a Pere Gimferrer, y

éste habló como poeta, para reivindicar la guía espiritual de los poetas, gente que

"puede aspirar a crear otro mundo y a incidir en el mundo real y, por tanto, en la vida moral de cada lector".

"Yo sólo soy un leal mercenario de mí mismo, de mis aficiones y de mis sueños", dijo Pérez-Reverte en contraste.

"Y lo que cuenta es la confrontación con el lector.

Lo que intento hacer es contar una historia de manera eficaz, y si el lector proyecta su mundo en ella, ya no es mi responsabilidad.

Mi responsabilidad termina cuando entrego el mejor libro que he podido escribir".

El compromiso moral del escritor es una cosa

"relativa y difusa", definió Pérez-Reverte, que miró a su izquierda.

"Para mí, Saramago es alguien necesario como referente moral, pero sería horrible que sólo hubiera saramagos como referentes.

Pese a lo que sostienen algunos imbéciles, tener una ideología, la contraria, o ninguna, no te hace mejor escritor.

Hay perfectos hijos de puta que son grandes escritores.

Se puede tener en una estantería un libro de Pérez-Reverte, de Saramago, de Gimferrer y de un hijo de puta.

Lo importante es la interacción con el lector.

No siempre la literatura comprometida es la más

útil.

Si miramos en el pasado no siempre lo ha sido.

Lo importante es tener algo que contar y el talento para hacerlo".

Saramago se mostró de acuerdo:

"La literatura de compromiso ha llevado a resultados desastrosos.

El gran Tolstói es un ejemplo

(al final de su vida se dedicó a una literatura de referencia moral que no vale nada).

Al final no gana ni la revolución ni la literatura.

Si un escritor, deliberadamente, dice ser un referente moral entonces tenemos un cura.

Aunque también hay escritores que tienen compromisos muy fuertes con la cuenta bancaria".

Más en serio, el autor de

'Ensayo sobre la lucidez' agregó:

"No podemos ser la referencia moral de la sociedad porque no sabemos de qué sociedad estamos hablando.

Y tampoco queremos ser un referente porque sólo hemos aprendido a expresar una parte

ínfima de lo que llevamos dentro.

El escritor sólo es un tipo débil y contradictorio que trabaja, y que a veces depende de la inspiración, esa cosa que nadie sabe qué es.

Cierto es que lo que escribe tiene consecuencias en sus receptores,

¡pero ahí el escritor no tiene nada que ver!".

¿Entonces?

"Lo importante es mantener la fidelidad a lo que el escritor lleva dentro.

Algunos lectores dicen que soy un referente, pero eso sólo significa que coincidimos en unas cuantas ideas o preocupaciones, nada más: es un encuentro entre un autor y unas cuantas personas que pueden ser cuatro o muchísimas, una hoguera para calentarnos las manos", dijo Saramago.

Saramago y Pérez-Reverte reivindicaron las contradicciones, las angustias y las dudas como motor de la escritura.

"El escritor comprometido debe ser consecuente de cabo a rabo", dijo Pérez-Reverte, que acaba de dar a la imprenta su nueva novela,

'Cabo Trafalgar'

(un relato naval).

"Y yo sospecho de los comprometidos que necesitan explicarse demasiado.

La sociedad está creando un paisaje de escritores comprometidos de los que nadie ha leído nunca una línea y que, a veces, no la han escrito, pero siempre están en la tele, en la radio y opinando en cualquier medio.

También hay escritores vinculados a partidos políticos y a grupos mediáticos.

También existe el escritor mimado por el poder de turno.

Los grupos de poder se quieren apropiar de los escritores de

éxito y su anhelo por estar encima de la cima se camufla de compromiso.

A veces me preguntan:

'¿Cómo puedes escribir una novela cada dos años?'.

Pues porque no aparezco en la tele ni en todos estos sitios".

Gimferrer se refirió al doble juego escritor-ciudadano y habló de Góngora, Mallarmé, Dante

-"que fue güelfo y gibelino pero nunca se notó en su obra: por eso queda su obra"- y Rimbaud.

Y entre bromas y puyas entre Saramago y Pérez-Reverte, quien dijo que llevar la aureola de referente moral

"es una cabronada porque ya no se puede cambiar de ideas", Saramago concluyó:

"Si cambiara, la gente podría llamarme traidor.

Pero me temo que a mi edad ya sólo el Alzheimer podría hacerme cambiar".

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Mendoza reivindica la literatura como gran referencia moral de los ciudadanos
Peter Esterhazy, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo y Nélida Piñón, entre otros, participan en el debate

Miguel Mora

- El País

- Barcelona

- 16/09/2004

Ayer tocaba hablar de lenguas, diversidad, traducciones, lo local y lo global.

Y se hizo, pero volvió con fuerza la propuesta del primero de estos diálogos literarios del Fórum, que acabaron anoche:

¿es el escritor el referente moral de la sociedad? Algunos estudiantes se declararon decepcionados por lo oído el día anterior, cuando Pérez-Reverte y Saramago evitaron arrogarse dicho título.

Así que ayer Eduardo Mendoza volvió a la carga: la literatura es moral, los escritores son el referente que construye el imaginario colectivo.

Por alusiones, Saramago volvió a salir al atril.

Y proclamó:

"Compromiso social, todo; referente moral, lo que ustedes digan".

Carlos Fuentes, Esterhazy, Goytisolo y Tomás Eloy Martínez se sumaron al debate.

"La dictadura de Bush es ridícula.

Pero

¿cómo acabamos con ella?".

La pregunta lanzada ayer al aire por Carme Riera en el diálogo matutino explica bien lo que ha pasado en estos cuatro debates literarios organizados en el Fórum por el escritor mexicano Sealtiel Alatriste.

El mundo se hunde bajo nuestros pies y los escritores y los lectores vuelven a hacerse la eterna pregunta: qué hacemos aquí, para qué nos sirve la literatura.

Y así, la discusión que el martes desencantó a algunos sobre el compromiso y la condición

(o no) de referente moral de la literatura regresó a la interracial y moderna sala 113 del Centro de Convenciones con renovados bríos y argumentos puestos al día.

Soltó la liebre Eduardo Mendoza, sarcástico y brillante, cuando, hablando de lenguas y lenguajes narrativos y tras confesar que

él empezó a aprender idiomas para ligar, dijo:

"La diversidad es la literatura, que corta transversalmente todas las lenguas y nos permite entender a los otros.

Si leyéramos sólo nuestra literatura, no conoceríamos realmente la literatura.

Por eso el escritor es un referente: por el mero hecho de serlo.

Una pesada obligación, que no puede rehuir.

Porque eso sería como si un delincuente dijera:

‘Mire, es que yo robo y mato para ganarme la vida’".

Tras la primera andanada, Mendoza continuó, sereno y dulce en apariencia, pero igual de incisivo:

"El escritor es un referente.

No sé si moral, pero desde luego literario.

Yo no veo diferencia entre moral y literatura.

La moral es una conducta frente al mundo como lo percibimos.

Y percibimos el mundo como nos lo enseña la literatura, y el cine, y el teatro.

La representación del mundo, con todas sus implicaciones morales, es la literatura".

A su lado estaban la mallorquina Carme Riera, que abogó por el escritor que escribe y el ciudadano que se compromete; y Peter Esterhazy, otro irónico indómito, flamante premio de los libreros alemanes en Francfort, que advirtió de que en su discurso haría varias referencias a la anunciada, pero ausente, Susan Sontag, y lamentó entre bromas la

"escasa fiabilidad organizadora" de los españoles.

Luego, el húngaro recogió el guante mendocino.

Dijo que la creación es una cosa

"oscura y llena de barreras", y que la política sólo es una barrera más.

Y afirmó que la novela es una herramienta estética más que moral.

Pero se desmintió enseguida:

"La gran batalla de la escritura es el talento", dijo Esterhazy,

"pero para mí el lenguaje del poder, el ruso, ha sido materia prima.

Me permitía jugar, incorporar el habla de la dictadura para ridiculizarla con indirectas.

Algunos libros míos de esa

época eran puro lenguaje de poder: no se entendía nada, todo eran indirectas, mentiras.

Cuando las dictaduras son ridículas, tienen los días contados.

Y uno no puede ser apolítico en una dictadura.

Pero cuando no se entiende un libro, uno tampoco se entiende a sí mismo.

Así que mejor que todo vaya bien: absténganse, por favor, de imponer más dictaduras".

Esterhazy también habló de Céline, ese

"hijo de puta" que fue

"el mejor prosista" de su tiempo, para determinar que es mejor confiar en la obra que en el autor.

Mendoza bromeó:

"Sí, también nuestra dictadura tenía los días contados: pero eran 28.500".

Entonces, añadió:

"Saramago puso ayer el ejemplo de Tolstói para negar que es un referente.

Quizá el escritor no es un predicador, pero debemos tenerlo claro: es un referente.

Porque colabora en construir el imaginario colectivo".

Saramago no aguantó más alusiones directas y caminó a grandes zancadas hacia la mesa entre los aplausos de todos.

"Siento que algunos estén frustrados, pero lo que vieron ayer aquí fue un ejercicio de honestidad intelectual.

Una cosa es el compromiso social y otra ser un referente.

Referente moral eran esas señoras que iban por el mundo como Dios, Jesucristo o un gurú.

Eso no somos.

Por lo menos, yo no.

Tengo mi sentido moral de la existencia, claro, y respeto esas reglas en la medida que puedo.

Compromiso social, todo lo que puedo.

Referente moral, lo que ustedes quieran.

Puede que lo sea para algunos.

¡Pero yo no busqué esa cruz!".

Ahí estaban otra vez las conciencias en marcha: la vieja polémica del escritor comprometido, de la que el programa había tratado de huir explícitamente, arrasaba de nuevo.

Carlos Fuentes, Tomás Eloy Martínez, Juan Goytisolo y Nélida Piñón, moderados por el escritor mexicano Ignacio Solares, se citaron por la tarde para hablar de globalización y centros de poder.

Nélida Piñón realizó un elogio de mestizaje y criticó la forma en que el mercado y las grande corrientes silencian las literaturas periféricas:

"Pocos españoles conocen a Machado de Asís, pero seguro que todos conocen el fútbol".

Fuentes declaró solemnemente

"superado el mandato sartreano del compromiso político".

"El escritor no está obligado con la política, sino con la imaginación y con el lenguaje.

Pero,

¿por qué entonces las dictaduras matan, encarcelan o exilan a los escritores? Porque ellos tienen una imaginación distinta de la del Estado, un lenguaje diferente.

Eso encumbró a Thomas Mann, a Milan Kundera, a 20 más: el empleo de la imaginación y el lenguaje en plena libertad.

Ésa es nuestra

única responsabilidad".

Y coincidió con Riera:

"Después, todos tenemos derecho a tomar la opción política que más nos convenza.

Como ciudadanos".

También afirmó que hay que luchar por proteger el sentido

ético de la palabra frente a los caprichos del comercio:

"Si nos quitan eso podemos darnos por muertos".

El argentino Tomás Eloy Martínez cree que no se puede desvincular el texto literario del receptor:

"Los referentes morales los construyen los lectores.

Cuando hay dictaduras violentas y el poder es sordo y ciego, la literatura no tiene peso ni posibilidad de construir nada.

Si el poder es iletrado y analfabeto, la literatura no sirve.

Para eso hace falta que el poder se deje impregnar o impresionar.

Argentina es la demostración de eso.

Y ahora ocurre lo mismo en Estados Unidos: el rol del intelectual ha desaparecido por la ceguera del poder político, que aniquila las voces negándose a oírlas.

Por mucha pasión que ponga, el escritor solo no puede hacer nada".

Juan Goytisolo

-que denunció la dictadura del mercado y los imperios mediáticos- animó a defender con uñas y dientes el legado de la diversidad cultural y se mostró escéptico respecto al valor moral de la literatura.

"Una cosa es la creación y otra la labor cívica.

Cada día me veo obligado a tomar partido, sobre todo desde que mi aversión a Aznar se convirtió en una cosa física, en una pesadilla.

Fuera de eso, distingo el compromiso y la escritura".

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Vargas Llosa disecciona las guerras de hoy
El horror de los conflictos del pasado y el presente se convierte en el gran tema de

'Kosmopolis'

José Andrés Rojo

- El País

- Barcelona

- 16/09/2004

La guerra

(y todas sus miserias y brutalidades, su horror y su sinsentido) fue la gran protagonista ayer en Kosmopolis.

Mario Vargas Llosa leyó una conferencia sobre las guerras del siglo XXI e intentó atrapar la extrema complejidad de unos conflictos donde el protagonismo ha sido conquistado por la capacidad de destrucción de las nuevas tecnologías y por el rostro terrible del terrorismo.

Amos Oz leyó algunos fragmentos de su

última novela que ilustran el enfrentamiento entre israelíes y palestinos.

En el Fórum siguió la polémica sobre el compromiso del escritor.

Eduardo Mendoza se pronunció contra las posiciones que se habían expuesto el día anterior y resaltó el componente moral de toda literatura.

"El extraordinario progreso de las tecnologías de la destrucción es el que determina el rostro de las guerras del siglo XXI, donde la presencia del terrorismo es esencial", comentó ayer Mario Vargas Llosa en un encuentro con periodistas poco antes de intervenir en el ciclo

‘Guerra y paz’, uno de los hilos conductores de la actual cita de Kosmopolis.

"No se puede hablar ya de guerras convencionales, como las de antes, donde existían unos ejércitos que defendían determinados territorios y unos intereses nacionales", dijo después Vargas Llosa.

"Hoy los conflictos tienen una naturaleza internacional, se producen en un contexto globalizado, y en ellos intervienen lo que se han llamado enemigos invisibles: una suerte de sectas o grupúsculos que se fragmentan continuamente, que no tienen adscripción nacional alguna, y que ni siquiera forman parte de grandes movimientos ideológicos.

Se caracterizan por su fanatismo y su extraordinaria movilidad.

Golpean y luego se eclipsan.

Quien supo verlo muy bien fue George Orwell cuando hablaba de la guerra del mosquito contra el elefante.

El mosquito no puede derrotar al elefante, pero puede, vaya que sí puede, hacerle la vida imposible".

La conferencia de Mario Vargas Llosa convirtió Kosmopolis en un hervidero.

Ayer, la guerra, la cuestión que mayores preocupaciones desencadena hoy con el horizonte de dolor y destrucción que sacude a Irak, bajó al teatro de operaciones del festival literario y fueron diferentes voces las que se acercaron a su rostro complejo y esquivo, pero siempre brutal.

A las seis de la tarde, en dos escenarios distintos, participaron Amos Oz y Javier García Sánchez.

El escritor israelí leyó párrafos de su novela autobiográfica,

‘Una historia de amor y tiniebla’

(Siruela), y por tanto en Barcelona resonaron los ecos del conflicto entre israelíes y palestinos.

El escritor español trató de los batallones especiales que durante la Segunda Guerra Mundial produjeron atrocidades en el frente del Este y del que se ocupa en

‘Schirach’, la novela en la que actualmente trabaja.

Poco después intervinieron el percusionista iraquí Riadh Ahmed, el poeta catalán Jordi Cornudella y el pianista Agustí Fernández, que se acercaron a los rastros del horror con otras herramientas.

En otro

ámbito, un documental de David Rieff daba cuenta al mismo tiempo del carácter ambiguo de las llamadas

"guerras humanitarias".

Pluralidad de enfoques, formatos diferentes, testimonios y reflexiones de lugares distintos sobre todo tipo de conflictos, del pasado y del presente.

Vargas Llosa se propuso acercarse a las guerras que se nos vienen encima.

La de Irak, en primer término.

Se le preguntó sobre la sugerencia de Rodríguez Zapatero de que se fueran retirando progresivamente todas las tropas extranjeras que intervienen en el conflicto.

"No creo que fuera una propuesta sólida, con sustancia, más bien parece una declaración efectista.

¿Qué pasaría si eso ocurriera? Pues posiblemente que los conflictos se agravarían.

¿Qué harían entonces los kurdos, no se complicaría aún más su relación con los

árabes?

¿Y no serían mayores los problemas de las mayorías musulmanas con las minorías cristianas?

¿No se desencadenaría entonces la guerra civil entre chiíes y suníes?

¿No se incrementarían exponencialmente los actos terroristas?".

Durante su encuentro con los periodistas, Vargas Llosa abordó otro sinfín de cuestiones.

Dijo que no le gusta Bush,

"por ser un político mediocre", y comentó que le preocupa que esté tan encerrado por el ala más derechista y religiosa de su partido, y volvió a defender la democracia estadounidense, por la fuerza de unas instituciones a la hora de fiscalizar

"severa, estricta y constantemente los abusos del poder".

Se refirió, en fin, a la polémica del día anterior sobre el compromiso del escritor.

"Todos parecían de acuerdo

[Saramago, Pérez-Reverte, Gimferrer]

en que la literatura comprometida es algo anacrónico y obsoleto.

No estoy de acuerdo.

Creo que los escritores deberíamos pronunciarnos sobre las cosas de esta

época crispada y críptica".

Más adelante leyó su conferencia en una sala abarrotada de público.

En otra, al mismo tiempo, hablaba Farouk Mardam-Bey sobre la relación de la novela libanesa e iraquí con la guerra.

Por la noche fue el turno del albanokosovar Migjen Kelmendi, y Lluís Llach cerraba el día cantando unos temas inspirados en los horrores de Kosovo.

Kosmopolis atrapaba así, haciendo un guiño a la gran exposición

–‘En guerra’- que se exhibe en algunas de las salas del CCCB, ese viejo azote que enfrenta a los hombres desde siempre llenando, una y otra vez, sus campos de cadáveres.

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Los Tigres del Norte cierran el Fórum con un canto a Monterrey
Lluís Pellicer

- El País

- Barcelona

- 24/09/2004

‘El Corrido de Monterrey’, un himno que exalta el orgullo de los ciudadanos de la localidad mexicana por su pertenencia al Estado de Nuevo León, cerrará el próximo domingo el Fórum de las Culturas de Barcelona.

La capital catalana pasará el relevo del evento a Monterrey a través de la música que expresa mejor la realidad de la región, los corridos, que son crónicas sobre la vida cotidiana que en esta ocasión musicarán Los Tigres del Norte, una formación que ha grabado 55

álbumes y acumula en su historial decenas de premios y discos de oro y platino.

No es la primera vez que actúan en España, pero seguramente es la ocasión en la que más atención han recibido estos cinco hombres, que gustan vestir del más estricto negro y peinarse hacia atrás.

Los motivos son su participación en el cierre del Fórum y su actuación junto a Loquillo y los Trogloditas, que presentarán su nuevo trabajo en el recinto.

"Nos dedicamos sobre todo a difundir la cultura, así que esta experiencia nos resulta muy valiosa", explicó ayer el solista de la banda, Jorge Hernández.

Tanto les merecía la pena que no dudaron en suspender todos sus compromisos y aceptar la invitación del Fórum y el Gobierno de Nuevo León para llevar la música norteña a Barcelona.

Hasta la capital catalana llegará, por ejemplo, el corrido

'José Pérez León', una epopeya fronteriza que cuenta la historia de un emigrante mexicano, y la pieza que retrata la tragedia de los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, un asunto que investigaron a fondo tras descubrir estos crímenes en uno de sus viajes a España.

"En México se desconocía la situación de estas mujeres, que conocimos a través de un documental durante nuestra estancia en España.

Luego volvimos, exploramos archivos, recopilamos material y compusimos una pieza sobre esta realidad", aseguró Hernández.

No en vano, la labor de estos músicos no es sólo componer.

Tras sus letras hay una realidad que luego plasman en su toda su crudeza.

"Somos cronistas, de modo que cantando hacemos lo mismo que los periodistas cuando escriben.

Nuestros corridos explican las vivencias de personajes que existen y hechos que suceden.

No nos dejamos llevar por la ficción", agregó el solista.

La carga de realidad de las letras fue lo que seguramente motivó al escritor Arturo Pérez-Reverte a novelar en

'La Reina del Sur' la vida de un narcotraficante que protagoniza uno de los narcocorridos que después de publicarse la novela popularizó la formación.

Otra muestra de la realidad que encarnan sus letras es el malestar que en varias ocasiones han causado entre las autoridades políticas del norte de México.

Se enorgullecen de que con su participación se valore el género popular y, en especial, la canción norteña, cuya cuna es la ciudad de Monterrey.

"Es muy importante para nosotros, porque nuestros inicios fueron muy complicados.

Muy poca gente creía en nuestra música, y nos hemos ido introduciendo en varios países muchas veces de la mano de la cultura".
