Pues sí, resulta que Arturo y Javier Marías tiene una singular relación de amistad-pique cariñoso en la cual se gastan algunas bormas que otras.

Es archiconocida la de que Arturo llame a Marías

"perro inglés" o, por parte, de Marías había un artículo en el que llamaba a Arturo

"Peters-Raferty" y se tiraba todo el artículo

´dando un nombre distinto cada vez que mecionaba el apellido Pérez-Reverte.

Ese pique también se traslada a los lectores de ambos.

Para los revertianos

- al menos en Icorso así funcionaba

- los libros de Marías son un tostón infumable y los marianitos, sus lectores, unos cursis, mientras que para los lectores de Marías Arturo sólo escribe tebeos y los revertianos son unos zafios y unos ordinarios, o sea.

Como bien dice Corsaria, dicha guerra o lucha llegó a reflejarse en un artículo de

"El Semanal" en el que Arturo se desternillaba de lo sucedido.

Dicho Artículo tuvo respuesta de Marías, que, fiel a su estilo, escribió un artículo en el que el tono era más o menos el de ah, pues vale.

Os dejo los dos artículos para quienes no los conozcan:

DAMAS Y BUCANEROS

Llevo un par de semanas partiéndome de risa.Tal vez recuerden que hace tiempo
mencioné la página de internet que Corso, un amigo a quien no tengo el gusto de conocer, montó en la red sin pedirme permiso.

Esa página ha crecido de forma espectacular, con treinta y tantos mil visitantes y un foro donde salteadores
informáticos como el pirata Pepe y sus colegas del ciberespacio se congregaron cuando lo de El oro del rey en internet.

De allí se independizó un
asiduo, alias Decadix, con otra página llamada Callejón de los Piratas, especializada en rescatar viejos artículos míos.

El caso es que a veces me doy una vuelta por una y otra sin decir ni pío, para cotillear.

Lo más concurrido es el foro de Corso donde la gente mantiene una antigua y pintoresca relación, con habituales como Filemón, Jetulio
Pencas, Balkan, Juan Gaudí, El Arponero Juan, Sorel, Haddock, Ciberpuma, Starbuck, T.S.

, Chimista.

—imposible citarlos a todos—, convertidos en respetados veteranos.

Hasta hay Uno Que Dice Ser Yo.

Y que por supuesto no soy yo.

El caso es que mi vecino el rey de Redonda también tiene su página, creada por una
lectora fiel.

Una y otra coexistían pacíficamente, con estilos parecidos a sus titulares: más bronca la del foro revertiano, con un sector marinero, otro sector pirata, un grupo de espadachines fanáticos de Dumas, Feval y Sabatini, poetas quevedianos, anarquistas que van por libre, y un par de hijos de puta que suelen ponerme a parir firmando Carabely Mayúsculo.

En cuanto a la página de mi vecino Marías, el tono resulta más pacífico, marcado sobre todo por lectoras educadas que firman Cordelia, Ofelia, Morgana, y hablan de Jane Austen, de las hermanas Bronté, de Shakespeare
y de cosas así.

El caso es que, el otro día, una de las chicas de Marías se dio una vuelta por el foro piratesco; y, escandalizada, dejó un mensaje comentando lo zafios que eran sus habituales.

La primera respuesta le vino de Sebas el Maño, rudo
hermano de la costa del foro revertiano, que desembarcó en la isla redondina con las del turco, llenándola de mensajes donde lo más suave eran
palabras como

«internado de monjas» o

«chochitos».

Ofendidas, las Ofelias y Cordelias
respondieron en la página enemiga, calificando a sus habituales de groseros y maleducados, y aconsejándoles leer a Marías para refinarse un poco.

Y ahí fue Amberes.

Porque el tal Sebas el Maño volvió a la carga; y también el gran Filemón

—un histórico del foro, que sabe de mí más que yo mismo— tomó cartas en el asunto,
choteándose de las presuntas chochitos por pretender ponerles a los piratas cortinas de cretona malva y un lazo rosa en la cola del ratón del
ordenador.

Y entonces, en zafarrancho general, toda la fiel chusma bucanera sin dios ni amo acudió al abordaje

—¿Estamos en guerra?, preguntaba
Surama desde Méjico—, invadiendo la página mariana dispuesta a saquear y a violar sin freno a las Ofelias y Morganas, cual milicianos en convento de monjas, y todo fue un rifirrafe de ataques y contraataques, llevados a cabo, eso sí, con una guasa y un ingenio desternillantes por ambas partes.

Por fin, tras la polvareda, en ambas páginas quedó un rastro de botellas de ron vacías, alguna falda rota, y la bandera negra de la calavera tiene ahora amarrado al mástil un sujetador de la talla 95.

Como resumió el

—o la que— usa el níck Oberon
contemplando el paisaje tras la batalla, las embestidas e incursiones de las hordas piratas en el oasis cibernético del foro mariano, entre gritos y rasgar de bragas, insultos, puñetazos, mordiscos y besos, han sido dignos de figurar en los anales de
argonautas y aventureros, sección expedicionarios rudos y damiselas receptivas.

Con una grata conclusión: el mundo es ancho, en

él cabemos
todos, y nunca puede decirse con este filibustero no beberé o esta doncella no me asombrará en la cama.

Porque ahora la relación entre ambos foros es de lo más singular, con tipos duros como Haddock y Jetulio y otros frecuentando amistosamente el foro de las perras inglesas

—que han descubierto las emociones y humedades
propias de un asalto de los viejos tercios—, y con animalotes como Sebas el Maño poniéndose colorados y reconociendo la casta de damas como
Cordelia, que ya alterna sus tes de las cinco en Oxford con visitas cargadas de morbazo al foro de los corsarios; y además ha conseguido que el rudo
Sebas, convertido de tigre bucanero en tímido tigretón de crema, coma en su mano como un corderillo, mientras reconoce a regañadientes que, cagüendiela, también en el foro mariano hay tías con un par de huevos.

Lo que demuestra, una vezmás, que las viejas y buenas historias siguen siendo posibles en el cine y en los libros, y hasta en
internet y en la más próxima realidad, porque son eso: buenas y hermosas historias.

Y porque hay gente con sueños, humor e imaginación, capaz de revivirlas siempre.

El Semanal, 11 de Marzo de 2001

FLECHAS Y GARFIOS

Menudo mariscal napoleónico o capitán pirata

-como prefiera- ha resultado ser mi
buen vecino el Duque de Corso.

El respeto y mi admiración estratégica me obligan a
pensar que

él mismo tendió una trampa a sus bisoñas huestes revertitas para ponerlas a prueba, y que por eso las dejó meterse en la boca del lobo sin siquiera aconsejarles que se incorporaran, al menos, a sus propias y aguerridas damas a expedición tan suicida.

Pues las hay, las hay, según me cuentan: valerosas y altaneras
milicianas artúricas, no sólo haylas xaviéricas o mariescas

(lo de

“marianas”, dicho sea de paso, dejémoslo para la Virgen, que no entra ni sale en estas disputas y reinos laicos, o profanos a ultranza).

Como no tengo Internet, ni e-mail, ni ordenador siquiera, y además no voy a hacerme con ellos bajo ningún concepto, he debido
enterarme por el propio Pérez-Reverte, que lo glosó aquí con exaltada gracia

(Damas y
bucaneros, el pasado 11 de marzo), del fracasado asalto virtual a la Isla o Reino de Redonda internéticos que una generosa lectora de Gijón, a quien no conozco, ha lanzado a navegar por esa red a cuyas espaldas vivo.

Aún me pregunto cómo es que el Buen Arturo, quien confesó espiarlos, dejó embarcarse en semejante aventura a sus mal informados y quizá no tan duchos filibusteros.

Cómo no los previno, ni los instruyó, ni les dio lecciones de esgrima ni sobre todo de astucia,

él que se conoce tan bien la Odisea y aún mejor las Crónicas de Indias de nuestros antepasados… Lo cierto, es que, tras su artículo, una redondina llamada Inés me ha ofrecido su versión del
conflicto, e incluso me ha enviado algunas crónicas firmadas por mariescos varones como Oberón o Bardamu

(esos son sus apodos), ya que por suerte, y en contra de lo que insinuó mi vecino, todos los sexos habitan en ambos reinos, de otro modo qué aburrimiento.

Así que hablo, sin remedio, de oídas y de leídas, pero no puedo por
menos de hacerme eco de tan excéntricos combates, ni de celebrar que aún existan
contiendas literarias en las que se cruzan versos de ingenio, no se prodiga la proverbial mala leche española y sí en cambio el fair play que parecía
tan abolido de las faces de tierra y mares.

Más aún si los duelistas, según entiendo, acaban reconociéndose los respectivos mérito y brío con un apretón de manos o hasta con robados o rendidos besos y algún revolcón que otro, y juran defenderse mutuamente tras el encono y la saña.

Pero claro: para mí

-ya digo- que Corso
envió a sus corsitas sin el adiestramiento preciso.

¿Cómo se le ocurrió permitir que uno de sus lugartenientes tildara de

“internado de monjas” y de

“chochitos”

-la palabra ya duele, a la vez zafia y cursi- a los moradores de una isla

“tan redonda y lisa que parece que no se puede subir a ella sin una escala”, según Hernando Colón, hijo natural del mismísimo Almirante? Y no sólo eso: el sevillano
Diego

Álvarez Chanca, médico de los Reyes Católicos y de doña Juana la Loca, ya reconoció haberse arrugado:

“… cerca desta isla fallamos unos baxos por cuyo temor sorgimos, que no osamos andar fasta que fuese de día”.

Y la cosa no acaba aquí, pues si Redonda ha estado casi siempre deshabitada, se sospecha que a menudo
se llegaban hasta ella las habitantes de la vecina Madaninó, y

“ en ella sólo viven mujeres”, informó Pedro Mártir de Anglería en 1511, y añadió:

“dicen que estas mujeres tienen grandes galerías subterráneas, en las que se refugian si alguien se acerca a ellas en otro tiempo que no sea el convenido;”

(El subrayado es mío)

“desde allí se
protegen con flechas, que se afirma disparan con extrema puntería, si sus perseguidores se atreven a forzar la entrada con violencia o artimañas.

Esto
dicen, esto recibe.

” Y concluye significativamente Pedro Mártir:

“A esta isla no pudo arribarse por soplar de ella el bóreas, pues seguían ya al volturno”.

Recurran los revertitas a su Filemón o a su puntilloso Capitán Haddock

(él sí, presume, marino de agua salada) para la traducción forzosa.

Pero aún hay más, Señor, y en tiempos tan modernos que, según relataba su zafarrancho mi audaz vecino, más yo iba temiendo por sus simpáticos bucaneros, quienes sin duda ignoraban que Redonda goza en el Caribe de la misma fama
que Transilvania en Europa, y que muchas son las leyendas de marineros que osaron encaramarse a ella para no dejar rastro… Y si esto son rumores, de lo que sí hay constancia es de su largo y prestigioso pasado como guarida de corsarios y
contrabandistas verdaderos, en el XVII y el XVIII.

Pregúntenle al malicioso Corso, que sabe de Historia y envió a sus corsarios

-con qué fin, no lo sé: pídanle cuentas- con meros sables y herrumbrosos garfios a tan misterioso territorio, protegido, además, por mi difunta abuela
habanera… No me extraña que firmaran el armisticio con

“mis” Cordelias y Montses y Menchus, que

“en el tiempo convenido” se baten junto a

“mis” Oberones y Bardamus y Gérard Philipes, según Inés me relata.

Pero todos ellos creen que lo que esjusto es justo, y así también reconocen haber aprendido no poco de los desharrapados piratas de la Revertiada, y habérselo pasado en grande con ellos.

Que así haya sido, y así sea.

El Semanal, 1 de abril de 2001