Así es como llama a Quevedo mi querido Adolfo de

"El Rincón del Cid".

Os traigo un par de artículos aparecidos en el

último número de

"El Cultural" sobre el valiosísimo y desconocido legado de documentos personales que celosamente guardaba Don Francisco y que ahora podría salir a la luz pública.

El

último viaje del legado familiar de Quevedo

El legado familiar de Francisco de Quevedo

(1580-1645), que durante casi cuatro siglos ha protegido los secretos más

íntimos del poeta, está a punto de cambiar de manos.

Un acontecimiento casi clandestino, pues se trata de un tesoro bibliográfico compuesto por más de cincuenta carpetas con documentos inéditos, retratos, facturas, requerimientos judiciales y condenas, que descubre algunos de los dramas secretos del autor de El Buscón.

Ésta es su historia, la letra menuda de la gran literatura, iluminada además por el investigador que mejor la conoce, Pablo Jauralde.

La venta del legado familiar de Francisco de Quevedo está prácticamente cerrada.

Los documentos inéditos, firmas del escritor, objetos, retratos y papeles de la

época de gran valor histórico que componen este legado acaba de adquirirlos Trébol Gestión, sociedad en la

órbita de Construcciones y Contratas, gracias a la intervención directa de Esther Koplowitz.

El precio fijado alcanza los trescientos mil euros y su destino es la Fundación Quevedo, con sede en Torre de Juan Abad, cuna del escritor.

Se trata del conjunto de documentos que Quevedo guardó celosamente hasta su muerte y que se han ido trasmitiendo de heredero en heredero durante cuatro siglos, hasta llegar a la actual, Carmina Becerro, conocida en el mundo de la alta costura como Carmela Rosso.

Muy pocos expertos conocían la existencia del legado, y mucho menos el detalle de su contenido, que tiene mayor valor documental y archivístico que literario, puesto que no recoge textos literarios, pero sí complejos documentos sobre su vida en La Torre de Juan Abad, beneficios y rentas, actuaciones históricas y eclesiásticas que retratan al cacique y hombre rico y poderoso que fue Quevedo.

Las cincuenta carpetas
Las

últimas noticias sobre este conjunto de unas cincuenta carpetas atiborradas de papeles viejos

-entre los cuales encontramos firmas reales, anotaciones de puño y letra del escritor, inventarios de sus bienes.

- aparecían y desaparecían en los años sesenta y setenta del siglo pasado, sin que constara nunca exactamente quién era su dueño y dónde se guardaba.

Hubo voces, como la del Archivero de la Universidad de Salamanca, el sacerdote Florencio Marcos, amigo de la madre de Carmela Rosso y gran paleógrafo, que publicó a finales de los años setenta del pasado siglo un ensayo anunciando el gran valor documental e histórico del legado e informando de su contenido, pero sin desvelar dónde se encontraba ni cómo se podía acceder a

él, para desconsuelo de especialistas y estudiosos.

Uno de ellos, tal vez el más cualificado, Pablo Jauralde, publicó a finales de los ochenta en

"El Adelanto de Salamanca", un artículo en el que pedía que saliera a la luz pública este legado familiar de valor documental innegable, no solo para el mejor conocimiento de la vida y la obra de Quevedo, sino tambien de la propia historia de España.

No hubo respuesta.

Ni siquiera se conocía entonces quiénes eran los herederos del escritor.

El

árbol genealógico
Solo alguna noticia cíclica de ventas falsas interrumpieron durante años el silencio.

Pero el investigador Jauralde optó por la vía de los archivos, que era lo suyo, para reconstruir la línea genealógica que a partir del escritor llegaba a la actualidad.

A finales de los noventa, consiguió una pista clave a través de archivos y genealogías que le llevó hasta la misma puerta del que

"yo pensaba que era el heredero de Quevedo", cuenta ahora Pablo Jauralde.

El heredero era, efectivamente, el padre de la actual heredera, Gregorio Becerro, y guardaba el legado documental de su antepasado en la caja fuerte de la Caja de Ahorros de Salamanca.

El encuentro telefónico del investigador con el dueño del tesoro tiene ribetes de secuencia policiaca:

-"¿Buenos días, don Gregorio Becerro, por favor?"

-"Al aparato.

Dígame".

-"¿Es usted el heredero de don Francisco de Quevedo?"
Silencio.

Y luego:

-"¿Y usted cómo lo sabe?"

-"Porque he reproducido a través de archivos su

árbol genealógico".

-"¿Y qué es lo que desea?"

-"¿Tienen ustedes el legado documental del escritor, el conjunto de documentos que conservaba a su muerte?"
Nuevo silencio.

-"Si, está en la caja fuerte de un banco".

La Fundación F.

de Quevedo
El primer intento de adquisición del legado la realizó, por intermediación de Pablo Jauralde, Patrimonio Nacional, cuya sección interesada dirigía entonces Mercedes Dexeus.

La propietaria pidió entonces 50 millones de pesetas.

Pero Patromonio Nacional no quiso darlos.

No se pusieron de acuerdo en la cuantía económica y la familia conservó el legado.

Ahora, pasados estos siete u ocho años, José Luis Rivas, presidente de la Fundación Francisco de Quevedo, creada el septiembre de 2006, y responsable de Trebol Gestión se ha encargado de la compra de este legado familiar del escritor.

La Fundación pretende reunir el mayor número posible de documentos, papeles y libros de Quevedo y sobre Quevedo,

"además de poner en el mapa cultural el municipio de Torre de Juan Abad, cuya casa-museo será sede de nuestra Fundación".

El legado familiar del escritor se unirá, a partir de ahora, al testamento de Quevedo, y varios objetos personales del escritor

(el sillón, el tintero.

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), otros documentos y los más de quinientos volúmenes sobre Quevedo.

Entre la cantidad de documentos que contienen estas cincuenta carpetas se han encontrado numerosas anotaciones del escritor, e incluso firmas de Felipe IV.

En realidad, son cuatro los siglos que se retratan por lo menudo en estos documentos, según el inventario parcial del legado que posee la familia Becerro en Madrid, realizado en 1997 por Jauralde.

Exprimiendo la sustancia de estos legajos polvorientos sabemos, por ejemplo, de dónde viene su afición a la caza, sus conocimientos agrícolas y su gusto por el habla rural; sus múltiples pleitos con sus vasallos, y los porqués, en fin, de mucho de lo escrito.

A partir de ahora sabemos también de dónde sacaba Quevedo el dinero.

Lo explica un legajo de 1618:

"Francisco de Quevedo y Villegas, clérico caballero del hábito de Santiago, capellán de la capellanía sita en la parroquia de la villa de Tarancón es beneficiado de los beneficios de las iglesias parroquiales de Santiago de Huete y de la vecina de Pareja.

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para que no se demore la posesión de estos beneficios, se trascribe el poder en Madrid, a 27 de marzo de 1618".

En otras carpetas podemos encontrar desde la escritura de fundación de un convento de monjas de San Benito, por la tía de Quevedo

(1597) a la Real Provisión por la que se comisiona a Francisco de Quevedo para que por un año administre los propios y rentas de la Villa de la Torre de Juan Abad, con un salario de 100 ducados.

Quevedo firma

(autógrafa) el 11 de abril de 1612.

También están las capitulaciones matrimoniales entre la hermana del poeta, Margarita de Quevedo con Juan de Alderete

(1617) o los documentos que prueban la venta a Quevedo de los censos de la Torre y el recibo por el que el cuñado del poeta manifiesta haber recibidio de

éste la cantidad de 30.000 reales, a cuenta de la deuda que mantiene con

él y con su hermana

(1618).

También se documentan detalladamente los numerosos pleitos que mantuvo Quevedo con el Concejo de la Villa de la Torre, para cobrar lo que se le debía, pretendiendo incluso vender la jurisdicción de la villa, hasta conseguir el 2 de julio de 1620 que una sentencia obligue a vender los bienes, rentas, propios y jurisdicción de la Torre si no pagan a Quevedo en el plazo de 60 días.

Numerosos documentos autógrafos de puño y letra del poeta demuestran hasta qué punto se involucró durante décadas en los problemas de La Torre.

De 1645 son las cuentas tomadas sobre las casas de la calle Cantaranas y calle del Niño, en Madrid, que compró Quevedo, un asunto que se complió enormemente porque las casas estaban hipotecadas.

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Herencias, testamentos, facturas, cobros, pleitos surgen a cada paso entre anotaciones que desvelan la vida cotidiana del poeta y de sus descendientes.

El profesor Pablo Jauralde instó encarecidamente a los poseedores para que no deshicieran el archivo, cuyo valor mayor era el del conjunto de papeles en torno a una gran figura de nuestro pasado.

"Su valor, a mi modo de ver, deriva precisamente de ser un conjunto documental auténtico, trasmitido desde 1645

(fecha de la muerte de Quevedo) hasta ahora, sin excesivo daño

(se han separado del conjunto algunos objetos, como la venera de Santiago; un crucifijo, probablemente el sudario de Santa Teresa, algún mueble.

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) De todos estos papeles hay testimonios de su vida que señalan que los guardaba en dos arcas sobre las que armaba la cama de su casa de La Torre de Juan Abad".

-¿Cuál es el objeto más valioso?

-La venera, sin duda.

Es decir, la arqueta en la que en forma de concha Quevedo guardaba su título de Caballero del Hábito de Santiago, obtenido en 1617

(con la cruz de Santiago al pecho aparece en los retratos velazqueños).

El escritor había aderezado la venera con diamantes y joyas varias, y en algún momento de su azarosa vida entrega la venera a cuenta de cantidades que le reclaman, para no ingresar en prisión.

Es decir, aparece como motivo de su biografía.

Otros legados quevedianos
Hay otros dos legados importantes con documentos quevedianos en manos privadas.

Por un lado, el que procede de Fernández Guerra

(editor de Quevedo, hacia 1850, en la Biblioteca de Autores Españoles), que en estos momentos es propiedad de Javier Miranda Valdés, y lo tiene en Archidona.

En sus papeles de Quevedo sí que hay testimonios literarios y documentos relacionados con su actividad como escritor.

Hay, por ejemplo, distintas versiones de poemas conocidos del escritor, bastante correspondencia, autógrafos y papeles, en fin, muy jugosos desde el punto de vista literario, pero menos ricos en el aspecto documental.

Pablo Jauralde, por su parte, de modo mucho más modesto, se hizo con los papeles de archivo de Maldonado y parte de los de Crosby, que había recogido, en los años cincuenta todo el material disperso de Quevedo en bibliotecas de todo el mundo y en el Archivo Histórico Nacional.

Se lo entregaron Crosby por un lado y el hijo de Maldonado

, por otro.

No vale mucho como documento genuino, pero suministra una batería documental riquísima, que todavía no ha podido utilizar plenamente.

Blanca BERASÁTEGUI
http://www.elcultural.es/HTML/20080103/ ... S22075.asp

Quevedo emerge entre las ruinas del tiempo
El legado familiar de Quevedo

Quevedo emerge entre las ruinas del tiempo, un Quevedo histórico y privado, del que se sabía poco o del que se suele inventar casi todo.

Lo que acaba de salir a luz pública, porque una fundación lo ha adquirido, es el conjunto de papeles que el escritor guardaba para hacer valer su identidad, como descendiente de casa solariega, como señor de La Torre de Juan Abad, como secretario real, etc.

, es decir, lo que hoy llamaríamos un archivo personal.

Los espacios de la intimidad del escritor son los que más se han resistido a la indagación y, con bastante probabilidad, los que habrán quedado definitivamente oscurecidos por el peso de cuatro siglos.

La documentación conservada permitirá asomarnos a algunos de los rincones de su biografía.

Creo que junto a mi antigua discípula Mercedes Sánchez, hoy experta quevedista, soy el

único investigador que ha tenido ocasión de consultarlos antes, gracias a la generosidad de sus dueños.

Apresurémonos a decir que no hay entre esos papeles hallazgos literarios espectaculares: ni un texto desconocido de El Buscón, ni una versión más de los Sueños, ni siquiera cartas; pero sí que nos van a suministrar un minero de noticias diversas que, bien analizadas, permitirán trazar el perfil biográfico e histórico de Quevedo con más precisión, con más rigor.

Sin embargo y para consuelo del que tuviera expectativas mayores, añadiremos que los datos que nos suministren y que si inserten en la azarosa biografía de don Francisco

-mucho más atractiva la real que la inventada- irán, poco a poco, iluminando también la faceta creadora, escribiendo el pie de página de algún romance, refiriendo las circunstancia de una carta, ilustrando sus viajes desde Madrid a La Torre, explicándonos de dónde sacaba el dinero para su vida cómoda en la Corte, situándonos cabalmente en su actitud de

“señor” que rige el señorío y nombra alcaldes, pasa facturas por la utilización de las dehesas, recibe los frutos, controla el molino y el horno del lugar, establece los modos y maneras de la vida pública o se escabulle cuando las

órdenes reales o comarcales le exigen tributos y obligaciones de noble terrateniente.

Ya no se podrán leer muchos de sus textos como creaciones teóricas o inocentes: el vasallaje, la vida rural, los viajes por los caminos, el respeto hacia las jerarquías sociales, los deberes para con la hacienda real, las mofas hacia el estamento eclesíastico.

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temas, motivos, personajes que se trazaron desde vivencias también, no solo como observación lejana del cortesano pedantón que muchas veces fue.

El aficionado a Quevedo podrá releer ahora como crónica con ilustraciones algunos de sus más célebres romances, como el que narra su itinerario de Madrid a su lugar, que termina, al referirse a La Torre de de Juan Abad:

“Aquí cobro enfermedades,

/ que no rentas ni tributos,

/

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y, sin dinero y sin gusto,

/ vuelvo triste y enlutado,

/ como misa de difuntos”.

O la espléndida descripción de las torres de Joray, ruinas de una fortaleza cercana:

”Sobre el alcázar en pena,

/ un balüarte desnudo

/ mortaja pide a las yerbas,

/ al cerro pide sepulcro.

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”, descripción muy quevedesca que ensarta, entre carcajadas, imágenes de muerte, ruina y abandono.

Allí, en aquel rincón,

“entre andaluz y manchego” Quevedo meditó sobre el desmoronamiento de España, sobre todo a partir de 1644, cuando volvió de la prisión de San Marcos.

Otros muchos detalles de su vida cotidiana se realzan al considerar el contenido de tanto legajo: su afición hacia la caza, los intentos de cultivar un huerto, el remedo de registros rurales, la puntillosa descripción de flores y verduras, la soledad intelectual que solo se podía alimentar de libros.

Para Quevedo, como para Descartes por las mismas fechas

(1637), leer es

“conversar con los difuntos”.

¿Qué otra pasión podría cultivar durante los largos inviernos en La Torre? Al final de sus días pidió que le llevaran a Villanueva de los Infantes, que tenía

“botica” y en cuyo convento de dominicos encontraba

–“los frailes me dan conversación”– quien pudiera conversar con

él, vecino de la muerte, casi difunto.

Los detalles son muchos, algunos totalmente desconocidos, como las rentas eclesiásticas de las que se beneficiaba, en lugares conquenses, o en Villarejo.

Los documentos de gran valor también estan presentes, como el inventario de sus bienes a poco de morir

(1645).

Los que confirman o matizan aspectos vagos de su biografía resultan los más abundantes, particularmente la masa documental de sus antepasados y descendientes en la Montaña, en el Valle del Pas, que se prolonga hasta el s.

XIX, y que termina, como pude averiguar, en Salamanca hacia los años cincuenta del siglo pasado y en Madrid ahora.

Ahí está también la documentación sobre sus casas madrileñas, incluyendo la de la calle de la Madera, que fue de su hermana.

Y cuentas, cuentas, cuentas.

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en las que asoma, muy de vez en cuando, la letra grande, nerviosa y bien formada del escritor apostillando algún papel.

Y muchas ausencias, lo que también configura su biografía, entre todas ellas, quizá, la más llamativa: sigue estando ausente la figura femenina.

Contraste casi brutal con el derroche de pasión que tantas veces construye sus mejores poemas amorosos.

Y es que la biografia de Quevedo

–como la de todos–, compleja, contradicha, variable, siempre se nos difuminará en la lejanía del tiempo.

Queda su obra.

Pablo JAURALDE
http://www.elcultural.es/html/20080103/ ... s22076.asp