
'Perros e hijos de perra', de Arturo Pérez-Reverte.

O la admiración hacia la lealtad a cuatro patas
Letraherido

- posadadellector.blogspot

- 05/07/2016

Era yo estudiante de bachiller cuando descubrí a Arturo Pérez-Reverte.

Y anonadado me quedé, oigan.

Al leer aquellos artículos de opinión, Reverte me pareció más punk que las propias bandas de punk.

Aquella forma brusca de decir las cosas, aquel lenguaje soez y aquella contundencia me encantaban.

Y además por parte de una académico de la Real Academia.

Y con amplia cultura, tal y como me demostró con el primer libro de la saga Alatriste, que también leí por aquellas fechas.

Así que recopilatorio de artículos que veía de Pérez-Reverte, recopilatorio que me compraba.

Y poco a poco fui leyéndome también novelas suyas

—y que debería releer para abrir esta Posada y hablarles de ellas—.

Así que ya ven, yo era muy revertiano.

Pero fueron pasando los años, y con el paso de los años se suele cambiar.

Aunque sólo sea un poco, pero se suele cambiar.

Uno lee otras cosas, descubre otros puntos de vista y adquiere una visión más amplia.

Muchas verdades de Pérez-Reverte ya no me parecían tan verdades.

Sus opiniones empezaron a parecerme demasiado subjetivas.

Y digo demasiado porque, obviamente, subjetivos somos todos, pero hay gente que intenta que su verdad, su opinión, esté lo más alejada posible de su gusto o manía personal.

En otras ocasiones, me empezaba a parecer que Pérez-Reverte no iba tampoco a la raíz de algunos problemas, quedándose en generalidades.

O que sus cabreos con determinadas cosas no estaban del todo justificados, sonando ya a abuelo cebolleta que se queja porque

“las cosas ya no son como en mis tiempos”.

Así que a medida que pasaban los años mis discrepancias con el señor Reverte aumentaban, hasta el punto de que les mentiría si les dijera que Pérez-Reverte sigue siendo un referente para mí.

Pero no se crean que he abierto la Posada del lector con la intención despotricar del señor Reverte.

Y es que el señor Pérez-Reverte me cae bien.

O dicho de otro modo

—y aún a riesgo de sonar redundante de forma parecida a Rajoy, que se ha convertido en el maestro de las redundancias—: no hay manera de que este hombre me caiga mal.

Pese a mis discrepancias con

él, pese a que a veces no me lo puedo tomar en serio, hay algo en Pérez-Reverte que me genera simpatía.

De la misma manera que he conocido a gente con la que tenía mucha afinidad en cuanto a opiniones o ideas políticas… y que no la tragaba.

Cosas raras de la vida, en la que dos más dos no siempre suman cuatro.

Así que, paseando por la biblioteca, al encontrarme el libro

'Perros e hijos de perra', decidí cogerlo.

Hacía tiempo que no leía ya un libro de artículos de Pérez-Reverte

—el

último fue

'No me cogeréis vivo', ha llovido desde entonces—, y como me encantan los perros,

¿cómo no lo iba a coger? Además, así tendría una excusa más para abrir la Posada del lector.

'Perros e hijos de perra' se titula este recopilatorio de artículos

—veintidós en total—, un título que ya dice mucho de quién es el autor, a la vez que revela un tono de cabreo que en ocasiones aparecerá en la obra.

Además de los veintidós artículos, la obra se inicia con una introducción en la que Pérez- Reverte nos habla de lo que encontraremos en este libro:

"Durante la mitad de mi vida conviví con perros, y de ellos he aprendido mucho de cuanto sé, o creo saber, sobre las palabras amor, desinterés y lealtad.

Éstas no son frecuentes entre los humanos, al menos las dos

últimas; y desde luego, tampoco la primera, amor, en el sentido en que podemos aplicarla a esos nobles animales.

Podría resumirlo afirmando que nunca conocí entre los seres humanos, como en los cinco perros que hasta hoy pasaron por mi vida, un amor tan desinteresado y tan leal.

Tan conmovedoramente fiel.

Este libro recoge, ordenados más o menos cronológicamente, algunos de los artículos que, según puedo recordar, escribí sobre perros entre 1993 y 2014.

No son demasiados, aunque reflejan bien lo que significan para mí.

Varios de los textos están dedicados a episodios perrunos concretos, donde ellos son protagonistas.

En otros, orientados a diversos asuntos, figuran, sólo como personajes secundarios.

Sin embargo, todos estos artículos se encuentran unidos por un sólido vínculo común: la mirada que los perros que amo y amé dejaron en mí, referida a su mundo y el mío.

Anécdotas de fidelidad, de coraje, de soledad, de tragedia, de alegría.

Historias que quien conoce a los perros sabrá sin duda apreciar en lo que valen, y cuanto significan.

"

Porque, efectivamente, tal y como comenta Pérez-Reverte en la introducción, todos estos artículos que encontramos en

'Perros e hijos de perra' ya fueron publicados en prensa

—y algunos los recordaba haber leído en los

libros recopilatorios genéricos que se publicaron—.

Y efectivamente también para Reverte los perros tienen un algo especial.

Parece que todas esas reglas en las que cree y muestra en sus novelas

—lealtad, honor, amistad— las ve reflejadas en los perros.

Más reflejadas en los perros que en las personas.

En varias ocasiones leerán en este libro la declaración de que cuando muere un ser humano el mundo no pierde gran cosa, la humanidad está embrutecida y ninguna vida la considera sagrada, pero en cambio cuando muere un perro el mundo es un lugar más triste.

Y en esa línea irán muchos artículos, en los que exaltará la humanidad y las virtudes de nuestros amigos los perros, virtudes como su coraje y la lucha que le echan a la vida.

Es el caso del artículo de anécdota histórica

'Los perros de la brigada ligera'.

O el artículo

'El chucho antisistema', que habla de aquel perro que apareció en las noticias, allá por los años 2010-2012, cuando las protestas en Grecia, y del que Pérez-Reverte no citó el nombre pero se llamaba Lukánikos, y del que nos dirá que:

"A su manera, sin saberlo, puede que ese chucho también libre su propia guerra antisistema.

Batiéndose no sólo por su amo, sino por sí mismo.

Por sus colegas: cachorrillos regalos de Navidad que meses más tarde acabarán abandonados en una cuneta; por los perros maltratados, apaleados hasta morir por canallas sin conciencia; por los que acaban ahorcados en el monte cuando son viejos, arrojados vivos a un pozo o liquidados de un escopetazo; por los que enloquecen amarrados con dos metros de cadena o mueren de hambre y sed; por los que son sacrificados sin necesidad pudiendo salvarse; por los que nadie reclama y acaban deslizando su sombra por el corredor de la muerte; por los que infames sin escrúpulos utilizan en peleas clandestinas donde se juegan enormes cantidades de dinero; por esos perrillos drogados que, ante la pasividad de las autoridades, algunos mendigos utilizan para mover a piedad y luego se desembarazan oscuramente de ellos.

.

.

Y sí.

Miro la foto del perro antisistema que se enfrenta a la policía en una calle de Atenas y concluyo que tal vez también

él tenga cuentas propias que ajustar.

Y que todo será más noble y luminoso mientras junto a un hombre que lucha haya un buen perro valiente.

"

Como ven, Pérez-Reverte aprovecha el caso de Lukánikos para hacer una crítica social sobre el trato que sufren los canes.

Algo que también hará en el artículo

'Bandoleros a cuatro patas'.

Y es aquí donde me encuentro al Pérez-Reverte que más me gusta, el que se indigna ante tal injusticia, el que por respeto y empatía hacia los perros lo escupe todo, indignado.

Porque puede que a veces la mala leche y los insultos de Pérez-Reverte sean excesivos en algunos temas, pero no en

éste.

Creo fervientemente que la mala hostia está justificada ante casos de crueldad extrema como perros ahorcados o peleas clandestinas.

Por eso uno de mis artículos favoritos es

'La perra color canela', que me resulta conmovedor.

En

él se cuenta el abandono de una perra en una gasolinera, y aunque allí los trabajadores la adopten y la mimen, la perra nunca dejará de sentirse curiosa ante todos los coches que se paran, por ver si regresa su dueño.

O

'Era sólo una perra', en la que nos cuenta un suceso acaecido en el metro de Madrid: una galga abandonada cayó en la vía, y correteaba perdida esquivando metros durante días.

La empresa municipal pasó del rescate, y no sería por falta de soluciones que se les propuso con tal de rescatarla.

Pero no las aceptaron, y al final pasó lo que tenía que pasar: la perra murió atropellada.

Y ante tales casos, ya les digo: Pérez-Reverte no ahorra bilis.

Y bien que hace.

Y no es que Pérez-Reverte defienda a los perros desde la distancia, para ganarse el aplauso.

Podríamos pensar que lo de Pérez-Reverte es la típica idealización fácil hacia el mundo animal, ya saben: como si los animales fueran tan humanizados que parecieran sacados de una película de Walt Disney, ignorando sus leyes salvajes y su instinto de supervivencia para convertirlos en animales de peluche.

Es algo en lo que mucha gente incurre, aunque tal vez sea políticamente incorrecto señalarlo.

Pero no es el caso de Pérez-Reverte.

Y además hablamos de un animal concreto: el perro, que lleva miles de años domesticado, y conviviendo a nuestro lado.

Yo he tenido y tengo perros, y en verdad les digo que, sin idealizaciones, sí creo que nuestros amigos de cuatro patas poseen las cualidades humanas que Pérez-Reverte les proyecta.

Aunque sea por simple apego a sus dueños, pero las poseen.

Y Pérez-Reverte sabe de lo que habla porque ha tenido cinco perros, de los cuales hay testimonios en algunos de los artículos de este libro.

Así sabremos de Sombra, Mordaunt

—guiño a los

'Tres mosqueteros' de Dumas— y Sherlock

—sobra comentar aquí el guiño

¿verdad?—.

Quizás por eso, por haber tenido cinco perros, el libro se abre con una dedicatoria a su hija Carlota, la cual no creo que haya sido ajena a la convivencia con estos fieles animales.

Además también precede a la obra dos citas literarias, la primera de Cervantes

—extraída de

'El coloquio de los perros'— y la segunda de Jack London

—de

'La llamada de lo salvaje'—.

Y para rematar el libro que nos ocupa, se cuenta con la colaboración del pintor Augusto Ferrer-Dalmau, que ilustra algunos relatos con retratos de perros.

Además, en uno de los artículos del libro Ferrer-Dalmau tiene protagonismo, se trata de

'El perro de Rocroi', que habla sobre uno de los cuadros de batallas históricas en las que Ferrer-Dalmau está especializado.

El cuadro en cuestión es

'Rocroi.

El

último tercio', y en

él aparece un perro precisamente a petición expresa de Arturo.

En definitiva, es una buena lectura para los amantes de los perros, amena y ligera.

Sólo le encuentro un defectillo, algo que, al menos a mí, no me acaba de convencer.

Y es que, como bien dice el propio Arturo Pérez-Reverte en el fragmento del prólogo copiado anteriormente, en algunos artículos los perros figuran

“sólo como personajes secundarios”.

Excesivamente secundarios para mi gusto, cuando se supone que el libro gira en torno a ellos.

Son artículos donde el tema central es otro, pero en los que aparece un perro de forma testimonial.

Tan testimonial que me rompe un poco la idea original que vertebra el libro.

Es el caso de

'Cuento de navidad',

'Un brindis por ellos dos' o

'En la orilla oscura'.

Y hay algo que tampoco me acaba de convencer: algunas opiniones cuñadas de Pérez-Reverte sobre algunos temas

—a bote pronto, el artículo

'Verano de perros y abuelos' me pareció un símil desacertado—.

Pero de eso ya he hablado al principio de esta entrada.

El libro merece la pena.

Nunca está de más homenajear a nuestros mejores amigos.

Valoración: Bien

Te gustará si te gusta Arturo Pérez-Reverte, los perros.
