Andrés Trapiello:

«Yo no pondría nunca

'El Quijote' en la escuela, sí les hablaría muchísimo a los niños de todo lo que representa»
Héctor J Porto

- lavozdegalicia.es

- 02/06/2015

El escritor leonés rejuvenece la magna obra de Cervantes traduciéndola al castellano actual, lo que no significa, advierte, que pretenda sustituir la novela verdadera sino que trata de ofrecer una herramienta para que el lector pueda finalmente acceder al texto original, que, sostiene, está escrito en un idioma que hoy solo entienden los eruditos cabalmente y, con mucho esfuerzo, personas de una determinada formación.

El escritor leonés afincado en Madrid Andrés Trapiello

(Manzaneda de Torío, 1953) es una fiesta cervantina en sí mismo, una auténtica celebración del 2015 como año del cuarto centenario de la publicación de la segunda parte de

'El Quijote'.

A su reciente conclusión de

'El final de Sancho Panza y otras suertes', novela con que Trapiello cerró su prolongación de

'El Quijote', suma la reedición de su biografía de Cervantes y, sobre todo, la llegada a las librerías de la primera traducción de

'El Quijote' al español actual, después de más de catorce años de callada labor.

Desde que publicó en 1993

'Las vidas de Miguel de Cervantes'

(recientemente reeditada en Austral), llegaron

'.

.

.Y Cervantes'

(2005) y, sobre todo,

'Al morir don Quijote'

(2004) y

'El final de Sancho Panza y otras suertes'

(2014), las dos novelas con que osadamente prolongó la magna obra de Cervantes.

Ahora desembarca en las librerías

'Don Quijote de la Mancha.

Puesto en castellano actual

íntegra y fielmente por Andrés Trapiello'

(Destino).

¿Otra osadía? Pareciera que la vida de este leonés ha girado en torno al autor de

'El Quijote', pero

él niega toda obcecación.

«No ha sido la mía la vida de un estudioso o de algunos monolectores.

'El Quijote', y Cervantes, está incorporado a mi vida de un modo natural, como mi propia familia o mis hábitos principales.

Es algo que ha estado presente en mi vida desde muy temprano.

Pero, sobre todo, esto lo hago por gratitud, porque lo que Cervantes me ha dado es mucho: una manera de ver el mundo, una lengua y una actitud del hombre que está en la vida sin quejarse, cuya visión es jovial, alegre, pero también compasiva

(y nunca autocompasiva)».

-Desde que publicó

'Las vidas de Miguel de Cervantes'

(1993) su vida parece haber girado en torno al autor de

'El Quijote'.

¿Ha sido una obsesión para usted?

-No es que esté obsesionado por la figura de Cervantes o por

'El Quijote', sino que es algo que ha estado presente en mi vida desde muy temprano y por tanto es como alguien más de esa familia a la que yo he dedicado algunos momentos de mi vida con un poco más de intensidad.

Cuando hice la biografía yo no sabía nada de Cervantes más allá de lo que un lector atento.

Me tomé un año y pico.

Había tenido un buen contrato

(el de

'Las armas y las letras') y empleé ese dinero en estudiar y leer

únicamente a Cervantes y sobre Cervantes.

Me zambullí, me di ese regalo.

Esa biografía se la habían encargado a otro, un escritor muy famoso.

Rafael Borrás, entonces editor en Planeta, me propuso escribir tres biografías para una colección

'Yo, Miguel

Ángel';

'Yo, Anna Bolena';

'Yo, Carlomagno'.

Le dije que yo no era ese tipo de escritor.

Le propuse tres protagonistas posibles: Stendhal, Galdós y Cervantes.

Stendhal era una figura poco conocida en España, Galdós le conocían pero no lo respetaban mucho y la de Cervantes ya se la había dado a otra persona.

Quedó ahí la cosa.

Y al año me preguntó:

"¿Estás todavía interesado en Cervantes?" El primer candidato no había podido con la encomienda.

Y le dije que sí, que no me importaba ser segundo plato, pero que no haría un

'Yo, Miguel de Cervantes', porque resultaba grotesco, siendo yo escritor además.

Aceptó y me regalé ese año.

No es tanto una obsesión, sino un tributo a alguien que ha sido importante para mí, pero como lo han sido personas cercanas, o un amigo querido, mi propia mujer o mi familia.

-Hay algo más entonces de cómo se transmite Cervantes como persona a través de su literatura que del literato.

-Sí.

A mí no me gusta mucho la literatura.

Ni me gustan las cosas literarias.

Ni soy nada mitómano.

Todas esas cosas de la metaliteratura.

-No es usted un letraherido.

-No, para nada.

Al contrario.

La gente se escandaliza muchísimo, piensan que es una pose o una boutade cuando digo que no me gustan mucho los libros.

Si yo pudiera evitar los libros los evitaría.

Creo en lo que traen los libros.

Pero en sí, como objetos, como piezas de culto.

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Un libro es una criatura viva y a mí sí me gustan las criaturas vivas.

Me gusta la vida.

Cuando la literatura está hecha de vida me parece muy bien, cuando la literatura está hecha de literatura solamente me aburre muchísimo.

Lo que encuentro en Cervantes es que es una literatura que prácticamente ni es literatura.

Por eso nos asombra

'El Quijote', porque a los dos minutos te olvidas de que eso es un libro y has entrado como don Quijote entraba en los libros de caballerías y se hacía creer que todo eso era verdad.

Cervantes consigue el mismo milagro: nos hace entrar en

'El Quijote'

(y en otras novelas) y nos hace creer que todo eso es verdad, que todo eso es la vida.

Y de hecho es la vida, y eso sí que me gusta.

-¿Los logros de Cervantes no son tanto su literatura, su estilo, como lo que cambió el concepto de novela y su personaje?

-Esto del concepto de novela y el personaje es todo literatura, me da igual.

Si Cervantes ha cambiado la novela, inauguró la novela, seguramente tiene importancia, pero como diría Unamuno son todo cosas de literatura.

Por eso cuando

él hace

'Vida de don Quijote y Sancho', llega al capítulo sexto de la primera parte, el escrutinio de la biblioteca, lo pasa y dice: yo de esto no comento nada, que son todo cosas de literatura, que me importan bien poco, porque la novela no va de literatura, la novela va de vida, del sueño de una persona y del deber de una persona para cambiar el mundo, y cómo su vocación va a cumplirla de una manera estricta, seria, se toma el trabajo de vivir, el trabajo de su destino concienzudamente.

Eso es lo que a mí me gusta.

Que cambie la novela, que haya metaliteratura.

Lo hace solo justamente al servicio de la vida.

Todo eso de la metaliteratura además también lo vivimos nosotros en la vida real.

Todos los días vivimos cosas entre comillas

"metaliterarias", desde el momento en que decimos

"esto parece una novela",

"esto no es real",

"esto es más real que el arte",

"la naturaleza ha sobrepasado cualquier posibilidad del arte",

"el arte ha superado cualquier imaginación de la naturaleza".

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Todo eso es metaliteratura y la vivimos de una manera natural, de una manera perfectamente interiorizada.

Y en ese sentido está bien, pero cuando empieza a haber una cierta retórica académica sobre metaliteratura, ficciones, lo real, lo ficticio.

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me parecen unos rollos un poco bizantinos.

-Pero supongo que tendrá una buena biblioteca y la querrá como algo muy especial.

-Tengo una buena biblioteca, pero tengo una biblioteca de uso.

Corre de ella una gran leyenda, excesiva para lo que es.

Tengo una buena biblioteca porque compré, busqué muchos libros, ya que hace 40 años solo se podía leer en los libros viejos, no había nada reeditado de lo que me interesaba, yo me ocupé de buscar ese tipo de libros.

No tengo una relación concupiscente, lasciva con la biblioteca.

Los libros no me producen espasmos sexuales, no soy de los que abre el libro y empieza a oler las páginas del libro como si fuera lencería fina.

No lo he hecho nunca.

-Se sentirá cómodo entonces con el libro electrónico.

-No, porque tengo una vista cansada y estoy saturado de mirar muchas horas la pantalla y, por tanto, prefiero el libro analógico.

Pero no me opongo a ese libro electrónico.

Me gusta levantar la vista.

Hay una relación más espacial con el libro analógico que no se da con la pantalla.

Se ha probado

últimamente que el cerebro prefiere el analógico porque sitúa en las páginas, atrás, adelante, colocas.

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Las tres dimensiones.

Lo que no tengo es esa relación concupiscente con los libros, que don Quijote tampoco tenía, con sus Amadises de Gaula y sus Palmerines de Inglaterra, para

él no eran libros tampoco, eran trozos de vida, no son primeras ediciones,

él no habla de los libros, habla de don Belianís, de Palmerín de Inglaterra, de sus caballeros, pero lo hace de una manera física, como si fueran reales.

-Ahora publica un

«Quijote actualizado».

¿Qué persigue esta versión?

-Este es un proyecto de amor al libro que no paga nadie, realizado con discreción durante más de catorce años.

Sé que hay un cierto sector remiso a actualizar

'El Quijote'.

Y no son necesariamente lectores, ya que tiene muchos menos lectores de los que pensamos porque es un libro enormemente difícil.

Se ha convertido en un clásico no solo porque no lo lea nadie sino también porque es muy difícil de leer.

-No es un español sencillo, como se dice.

-Era un español sencillísimo hace 400 años.

Hoy es un español que solo lo entienden los eruditos cabalmente.

Y con mucho esfuerzo lectores de una determinada formación, a los que no les importe en absoluto interrumpir la lectura cada dos líneas consultando una nota que no siempre está clara, o enfrentándose a un hipérbaton que hace cuatro siglos era normal y hoy encontramos extravagante.

Eso hace que mucha gente no lo entienda.

Y es absurdo que nosotros no pudiéramos hacer lo que todos los lectores del mundo: que leen en sus lenguas respectivas, cómodamente,

'El Quijote' porque está traducido al idioma que ellos hablan; la gente que traduce

'El Quijote' al alemán no lo traduce a un alemán del siglo XVI, lo traduce a un alemán del siglo XXI.

Todos esos lectores lo leen cómodamente, excepto los españoles e hispanohablantes, que, por el hecho de serlo, se les obliga a leer

'El Quijote' en una lengua que ya ni hablamos y casi nadie entiende.

Y no es que yo venga a sustituir con mi versión

'El Quijote' verdadero, ni muchísimo menos, al contrario, lo que estoy haciendo es una herramienta, una invitación para que la gente lea el original, que está lleno de matices que desgraciadamente se han ido en mi traducción.

Aunque infinitamente menos que en otras prestigiosísimas traducciones al inglés, al francés o al alemán, porque nuestra lengua por fortuna está aún muy cerca de la de Cervantes.

Esto era necesario.

Hay mucha gente a la que le gusta

'El Quijote' o lo que le han contado de

'El Quijote'.

Por suerte, en España, todo el mundo sabe quién es don Quijote y vagamente tiene una idea de lo que representa.

Y eso ha calado muy hondo en la naturaleza del español.

En España no hay nadie que no se sienta un poco quijote.

Y es una relación admirativa en el fondo, que empatiza muy con don Quijote, y con Sancho, y sobre todo con Cervantes.

Y siendo así es una lástima que no se pudiera leer porque es un libro inaccesible para la inmensa mayoría de los españoles.

Hay gente que inmediatamente ha empezado a salir diciendo qué barbaridad, qué escándalo, qué pedantería, qué pretenciosidad.

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Ha habido uno de esos, que se cree muy original en lo que dice, que hace poco en un periódico de Castilla y León salió diciendo que este libro era un insulto para todos los lectores de

'El Quijote'.

¿Insulto, por qué? Acaban de traducir al francés actual a Montaigne, que es el equivalente a nuestro Cervantes en Francia, porque tenían el mismo problema que nosotros.

A Shakespeare lo tradujeron hace dos años al inglés actual porque les pasa lo mismo.

Es una cosa bastante natural.

Y por supuesto yo creo que mucha gente lo agradecerá y mucha gente se animará después a leer el original.

Y en un tiempo no muy lejano a lo mejor veamos una edición, como los clásicos, con la versión original a un lado y la mía al otro.

Para que la gente compare y pueda disfrutar de las dos cosas.

-No es entonces un asunto literario.

-Este es un problema que excede lo literario, porque

'El Quijote' no es un problema literario sino de instrucción pública, un problema que debería estar resuelto en colegios y escuelas, en las casas de la gente.

Porque lo que ha cristalizado en

'El Quijote', como decía Azaña, es el carácter nacional del español, es decir, lo que seamos: lo que somos no está mejor expresado en ningún otro libro.

Y los valores que representa el libro son los valores más nobles, la nobleza, el desinterés, el estar con los débiles siempre, con razón o sin ella.

Ese desprendimiento es una lección que ha caracterizado durante siglos, incluso a ojos de los extranjeros, el ser español, ese fondo de hidalguía, ese fondo de orgullo y de independencia y de libertad.

No es cosa exclusiva de los españoles, por supuesto, hay nobleza, lealtad y valentía en muchas partes.

Pero se diría que en España ese ideal caló en todas las clases sociales, desde el mendigo hasta el rey, y esa idea, a veces demasiado generosa con nosotros, han tenido fuera.

Y digo demasiado generosa, porque ya quisiéramos los españoles estar a la altura no ya de don Quijote, sino de Cervantes.

Eso excede la literatura.

-¿Quiere llevarlo a la escuela, como se quiso hacer en el siglo XIX, aunque por distintos motivos?

-En la escuela por fin lo entenderán, no solamente los niños sino también los profesores, que tenían que dárselo muy mascado a los niños y a veces eso es muy pesado.

Eso será ahora más sencillo.

La dificultad de la lengua era tanta en

'El Quijote' que ya no llegaba uno con aliento suficiente para ocuparse del fondo.

Así, hemos dejado

'El Quijote' como una especie de sonajero majestuoso, como una catedral de palabras realmente suntuosas, que al final nos impedía llegar a lo que de verdad importaba, al meollo del asunto.

Las palabras de

'El Quijote' se han ido alejando tanto del fondo que nos resultaba difícil llegar a

él.

Si

'El Quijote' caló tan hondo en su día era porque era un libro hablado, que utilizaba el lenguaje que entonces hablaba la gente, pero hoy la gente ya no habla así.

'El Quijote' es un libro hablado más que un libro escrito, y el habla es lo primero que se marchita.

El habla, los refranes, las expresiones, los giros, las interjecciones.

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Todo eso es de una enorme mutabilidad, y ese es el principal escollo que yo he tenido que librar en mi traducción: el deslizamiento del significado de muchísimas palabras.

Por ejemplo, la palabra

"discreto", que nunca es

"discreto" en

'El Quijote', sino

"sagaz, inteligente, listo, prudente, perspicaz, comedido, cortés".

Y como

"discreto" hay cientos de palabras que se han deslizado hacia otros significados.

Y la gente cree entender la palabra

"discreto", pero.

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El profesor, el colegio español, podrá pensar en el fondo de lo que se dice porque dará menos importancia a la forma en que está dicho, aun siendo muy importante.

Las palabras ya no serán una traba para llegar al fondo.

-Y la forma, en su complejidad, dejará de actuar como inhibidor de lectura.

-Pero es que la gente además miente con

'El Quijote'.

Todo el mundo dice

"yo lo leí en el colegio".

En el colegio te habrán leído algunos capítulos y te habrán contado el libro, porque es verdad que en España se habla muchísimo de

'El Quijote'.

Pero no han leído

'El Quijote'.

Todos los que lo dicen, o bien mienten o bien recuerdan lo que no sucedió, porque la gente a base de repetirlo acaba creyendo que leyó

'El Quijote'.

También está el que te dice

«yo lo he leído a trozos», y ha leído seis trozos y no ha podido con más.

Y es natural, yo no les culpabilizo.

Es un libro difícil.

¿Sabe cuántas notas tiene la edición de bolsillo de Francisco Rico, por lo demás admirable, porque sin ellas sería incomprensible? Cinco mil quinientas cincuenta y dos notas, que el lector de esa novela ha de leerse si quiere comprenderla.

A mí me ha costado 14 años traducirlo no porque sea largo, sino porque a un español contemporáneo le presenta muchísimas dificultades.

-En los años 20, cuando se quiso llevar por ley

'El Quijote' a las escuelas, Ortega y Gasset se opuso porque entendía que su lectura era desmotivadora para el niño.

¿No es un libro edificante?

-Entiendo a Ortega.

No es edificante en el sentido que

él daba a esa palabra, pero sí ejemplar.

La mentalidad de don Quijote no es exactamente la de un héroe para el niño.

Es un hombre al que todo le sale mal, al que todas las empresas en que se embarca terminan con palos y vejando al héroe, y además es un libro que está lleno de unos matices que quizá no son lo más apropiado para un niño.

Entiendo a Ortega.

Yo no pondría nunca

'El Quijote' en la escuela.

Sí les hablaría muchísimo a los niños de

'El Quijote', de todo lo que representa.

Creo además que afortunadamente se ha hecho, a través de películas, de dibujos animados.

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Pero desde el mensaje, como lo expresa Cervantes, a veces es un libro terrible.

Todo ese episodio larguísimo y tristísimo de los duques, de cómo se ensañan con

él, la crueldad gratuita.

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Creo que era Nabokov quien decía que no acababa de entender lo enormemente cruel que era todo el mundo con don Quijote.

Y eso no es motivo de risa, y quizá un niño todavía no percibe ese tipo de matices, sobre todo porque un niño encuentra natural destripar a un gato, cortarle el rabo a una lagartija, meterse con el niño gordo de su clase.

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El niño está en un momento en que le parece que está bien tirarle piedras a un loco.

Ese es el niño.

-Quizá el humor melancólico tampoco ayuda al niño.

-Sí.

Don Quijote es un hombre melancólico grave, aunque es un hombre que ríe muchas veces en el libro.

Habría que contabilizar, y son muchísimas, las veces en que aparece riéndose, y de muy buena gana, con Sancho.

Se ríe muchísimo con

él.

Llorar, llora Sancho; don Quijote nunca.

Si tuviera tiempo haría un pequeño ensayo que se titulara

'El reír de don Quijote'.

Se ríe muy a menudo.

Es un hombre que tiene mucha ironía y tiene muchas ganas de reírse y se lo pasa muy bien.

Pero en el fondo, sí, todo está bastante melancolizado.

La melancolía no tiene nada que ver con la tristeza.

Se puede ser melancólico y jovial.

-¿Y qué diferencia su versión de la adaptación escolar que hicieron la RAE y Arturo Pérez-Reverte?

-Las adaptaciones escolares son muy antiguas.

Yo, mi primer

'Quijote', mi primer libro, comprado con mi propio dinero, fue un libro de la editorial Edelvives que era más o menos esto que ha presentado Pérez-Reverte.

Gómez de la Serna, en los años cuarenta, en Argentina, publicó una antología de

'El Quijote' muy poco conocida porque apenas ha circulado en España.

Pero ya

él hizo lo que Reverte, que lo que propone es quitar del libro aquellas partes que a su entender estaban fuera de la trama.

Pero,

¿qué es la trama? Es muy difícil decirlo.

Está claro que

'El curioso impertinente' y

'El cautivo' son dos novelas que están un poco embuchadas en la primera parte, fuera de lugar.

Pero hay otras muchas que se han ido que a lo mejor no tendrían que haberse quitado.

Lo que no había hecho ninguna de estas adaptaciones, ni las pensadas para los colegios, es traducir esto al castellano actual: cortan y pegan, pero el lenguaje de Cervantes sigue en ellas tal cual.

Esto, para el niño, para el joven, no resta dificultad, antes no entendía mil páginas y ahora no entiende quinientas.

La comprensión de lectura es la misma.

Yo creo que siempre se van a hacer antologías como la de Pérez-Reverte y es bueno que así sea.

No sé cómo será el resultado porque todavía no lo he visto, pero creo que todo lo que se haga por

'El Quijote' está bien.

Nadie ha leído todos los poemas de Quevedo y está bien que venga un señor y nos ofrezca una antología de Quevedo.

Esta novela de Pérez-Reverte ni la de Edelvives ni ninguna otra pretenden sustituir la original.

Ni muchísimo menos.

Y la mía lo mismo.

Yo no trato de suplantar

'El Quijote' verdadero.

Es solo una más de las versiones, como hay una versión de la

'Ilíada' en verso y otra en prosa, otra en una prosa más literaria, otra en una prosa más técnica, y todas conviven y la

'Ilíada' sigue siendo una: un libro que menos del 0,001% de los españoles pueden leer en su lengua original y sin embargo es un libro fundamental para muchísimos lectores que lo han leído en castellano, como un libro castellano más.
