Creo q habemos tratado este tema con otro tono en otro hilo

(El R de la B Noticia) a propósito de la agresión a cierto karateca

(agresión que se resolvió con la limpieza y la contundencia que el caso

-a mi juicio- requería).

Hubo, aún así, quién se revolvió disgustado afirmando, a grandes rasgos, que la violencia nunca es una solución.

Bien.

Si esta pobre señorita hubiera emprendido su viaje debidamente pertrechada

(con una indumentaria más discreta para empezar) y con otra disposición de

ánimo

(la que se pinta en el rostro cuando uno está decidido a arrancarle las bolas de cuajo al que se ponga flamenco) pienso que a estas alturas seguiría viva.

Añadiré, a este respecto, que hijos de mala madre abundan en todas partes.

Sólo que en algunas partes hay un caldo de cultivo medioambiental que, simplemente, les impone formas de expresión menos contundentes que la manifestada en este caso.

El mal, como dijo alguien, el mal absoluto no es más q una de tantas formas de expresión de la

humana libertad.

Y existe y se manifiesta constantemente y, no pocas veces, inconscientemente.

El cacho perro que pasa ante una persona que friega una escalera, por ejemplo, y sólo tres metros más allá tira la colilla al suelo, inocentemente y sin pensar, muestra una naturaleza y una disposición ideal para

-inocentemente y sin pensar- desventrarla

(en condiciones ideales, o sea, unas que le garanticen tanta impunidad como con la colilla).

Particularmente sospecho que la estructura moral y la escala de valores de la persona son básicamente los mismos en quién toca las narices, por decirlo suavemente, a un muchacho apacible y que no se mete con nadie en una clase de BUP que quién asesina a una autoestopista apacible y que no se mete con nadie en una

"zona peligrosa" del mundo.

Hay que ser hijo-puta.

Con perdón.
