Bueno, tras registrarme hace poco he descubierto este hilo y procedo con la presentación de rigor, que me había saltado.

Soy madrileña castiza.

Tanto como puede serlo la hija de dos andaluces procedentes del mismo pueblo encaramado en una colina gaditana.

Mi padre huyó de

él con 19 años y repasó media geografía española adoptando el sentir y el pensar machadiano más puro y enamorado de Castilla.

Gracias a

él aprendí a leer antes de tiempo

–lo

único en mi vida en que he ido adelantada– y me enamoré de A.

Machado y de unos mágicos objetos que poblaban las estanterías de mi casa y a los que nunca se me prohibió el acceso sin importar mi edad: los libros.

A los 4 años decidí que quería ser corresponsal de guerra y escritora.

Por mi séptimo cumpleaños, cuando Julio Verne, Robert Louis Stevenson, Michael Ende y muchos otros poblaban las mías, me regaló un ejemplar encuadernado en piel roja con letras doradas: Los tres mosqueteros.

Dumas fue mi primer enamoramiento profundo, me dura hasta hoy.

Por aquel entonces ya era una lectora voraz, casi compulsiva, y andaba pirrada por un tipo con gafas que salía en la tele, cada vez en un país distinto.

A los 8 le comuniqué a mi padre que lo de ser corresponsal de guerra igual no era tan fácil y que lo mismo me conformaba con ser corresponsal a secas y viajar mucho trabajando.

Así tendría más tiempo para ser escritora.

Me dijo que tenía muchos libros en la cabeza.

¡Cuánta razón tenía!

Empezaron entonces a intensificarse nuestras incursiones por los tenderetes de la Cuesta de Moyano.

De allí vino mi primer libro comprado de Pérez-Reverte, La tabla de Flandes.

No mucho después, en la

última visita que hice con mi padre a ese lugar

–murió poco después– llegaron los siguientes: El club Dumas y La piel del tambor.

Luego procedí a saquear

–me refiero a acaparar ejemplares, que no a robarlos– sin vergüenza alguna las bibliotecas de la Universidad Complutense, especialmente las de Ciencias de la Información

–donde estudié periodismo– y la de Geografía e Historia, que nuestro buen Arturo siempre mantenía bien surtida de nuevos y relucientes ejemplares recién salidos del horno editorial.

Ahora ando más por la casa del pueblecito gaditano refugiada del chaparrón e intentando encontrar trabajo en lo que sea.

Sigo siendo una lectora voraz.

Comparto con algunos de vosotros la pasión por la obra de un tal Tolkien y coincido también con otros de vosotros en filosofía, opiniones o puntos de vista.

Con otros disiento por completo, que también tiene su gracia.

De ahí que pasara de leeros a registrarme.

Gracias por hacerme un hueco.

Y por ser tan interesantes.
