Sí, exacto, Jack.

Porque, además, normalmente somos tan lerdas que no planificamos eso de la maternidad, y nos quedamos preñadas en momentos tan propicios como en plena guerra o, qué sé yo, en una campaña camino del Pérsico.

Es lo que tiene ser tía.

Primero, que todas queremos niños.

Y, segundo, que nos caen del cielo así, sorpresivamente.

Ya te estoy viendo mirándote el predictor en medio de un rodaje.

Justo hoy he visto una bronca de tráfico.

Parecía una escena preparada, lo juro.

Un tío que conducía una furgoneta desvencijada y vestía mono de currante y una chica muy mona y peripuesta que conducía un coche todo maqueado con publicidad de Avon

(o sea, que obviamente era vendedora de maquillajes y cosas de esas).

Avenida ancha, dos carriles para cada sentido.

La chavala está en doble fila, con el intermitente puesto, esperando a que salga un coche para aparcar en la plaza libre.

El de la furgoneta llega medio alelao mirando pa dios sabe dónde y se encuentra de sopetón con un coche parado delante.

Frenazo.

Pitidos.

Bronca que te pasas con la cabeza asomada y el puño amenazante.

Y en esas que la penca se baja del coche arreando un portazo de tres pares de cojones y se va directa pal tío, cataclá, cataclá, subida a unos taconazos como de medio metro.

Le monta un cristo del quince largo.

El nota se encoooge, se encooooge, se encoooooge de tal manera y la tía se creeeece, se creeeece, se creeeece y llega a meter literalmente la cabeza por la ventanilla del otro que ya parece una tortuga al volante.

Luego se da media vuelta y vuelve con el mismo taconeo a su coche.

El tío entonces recupera la compostura

(o sus huevos, o como lo queráis llamar) y se vuelve a asomar largando un sonoro:

- Mujer tenías que ser, inútil!

La originalísima frase, me barrunto, iba más dedicada a la peña que miraba que a la propia implicada.

Supongo que al colega no le molaba nada eso de que una tía se lo comiera vivo ante testigos.

La chavala ni si quiera se dio la vuelta.

Le hizo una rotunda peineta en alto y le espetó un:

- Como tu puta madre, guapo!

Pena que al final siempre se tenga que comer el marrón la madre de alguien

(y siempre con el

"puta" delante, que no falte).

Estimado Arturo, lamento decirle que la entrañable imagen de la damisela correctísima, aferrada al volante con toda su dignidad, negándose a responder a los insultos de los cenutrios, se acaba.

A partir de ahora cada vez verá a más señoras tirar de freno de mano, bajar la ventanilla y cagarse en los muertos a caballo de más de uno.

O de una, lo que toque.

La grosería no me entusiasma, se lo aseguro.

Me ofende lo mismo en un tío que en una tía, eso sí.

Pero tampoco entiendo que sea más femenino callarse dócilmente ante una falta de respeto o de civismo.

Ni me enorgullece ni me molesta que las tías de ahora seamos así o asá.

Me alivia saber que podemos ser tan así o asá como nos dé la gana, que es un

"privilegio" que ustedes, los señores, han tenido siempre.

Para bien y para mal.

Preferiría que todo cristo fuera educado, nosotras y ustedes.

Pero me temo que no soy tan ingenua.

No lo somos, ni creo que lo vayamos a ser.

Claro, siempre habrá quienes lo sean más que otros, independientemente del sexo.

Lo que sí le aclaro

(aunque me niego a creer que no lo sepa) es, insisto, que la mala educación, el vocerío, la agresividad y la mala baba no son exclusivamente masculinas ni lo han sido jamás.

No es poco femenino montar un pollo.

No somos menos femeninas ahora por montarlos.

Montar pollos es inherente a la especie humana.

La

única diferencia es que hace trecientos, cien o cincuenta años, las mujeres tenían que tragarse los pollos crudos y sin desplumar.

En público, me refiero.

Porque alguien había decidido que los pollos no eran femeninos.

Le aseguro que en privado, en esos cotos exclusivamente de hembras

(la cocina, el lavadero del pueblo, la sala de costura en casa de la gente bien) las mujeres, cuando estaban solas y sin público, de toda la vida de Dios han montado pollos, se han cagado en los muertos de mucha gente, han comentado lo atrozmente gilipollas que les parecían los hombres y hasta han fantaseado con rebanar pescuezos.

Una charla de bar, entre boinas jugando al mus no ha sido nunca demasiado diferente a una charla de cocina pelando patatas.

Mi bisabuela nunca faltó a misa ni dijo en público nada más fuerte que

"recontra!" En privado, se lo juro, se cagó en la puta madre de mucha gente.

Con todas las letras!