Paolo Pagliai.

No lo conozco, pero me siento plenamente identificado con lo que expone:

Recibo, en esto días, muchos mensajes de indignación por lo que está pasando en Gaza; se trata de opiniones diferentes, con tonos diferentes, que me mueven como si fueran un terremoto constante, permanente.

Roberto Saviano escribe que cuando muere un niño, todo razonamiento se vuelve superfluo.

Un vicio.

Creo que tiene razón, pero quiero tratar de escribir un par de cosas.

Palabras como

"pueblo",

"mujeres",

"hombres",

"israelíes",

"palestinos" y todos los

"colectivos" que se les ocurran son palabras totalitarias que tienden a desaparecer al individuo, que pretenden ahogar la persona humana en un grupo sin nombre.

Allá, en Palestina, no hay un choque impersonal entre grupos, sino una guerra que mata personas que tienen todas un nombre y una historia.

No todos los israelíes son unos bárbaros asesinos sin memoria, así como no todos los palestinos son unas víctimas inocentes: de uno y del otro lado, hay enemigos de la paz que trabajan constantemente para la guerra.

Si en Israel hay una diputada que pide el exterminio científico

(sí, la palabra extermino en la boca de una judía) de todas las madres palestinas porque potenciales incubadoras de futuros terroristas, en los Territorios Palestinos hay personajes que fomentan el terrorismo como forma de resistencia: el secuestro, la tortura y la muerte de los tres adolescentes israelíes así como la horrible muerte, por represalia, del joven palestino, están ahí a demostrar con hechos horribles como las personas que desean una convivencia pacífica son rehenes de las que no desean otra cosa sino la guerra perpetua.

Es francamente estúpido

- y no me escondo detrás de las palabras,

"estúpido" es el vocablo correcto y espero que nadie se ofenda

-, es francamente estúpido volver a mencionar la Shoah de hace setenta años para repetir el lugar común de los judíos que no tienen memoria y ahora le estarían haciendo a los demás lo que otros les hicieron a ellos; se trata de un discurso tan vulgar y nauseabundo que no valdría la pena mencionarlo si no fuera demasiado frecuente escucharlo en la boca de todos los que no tienen argumentos para hablar de paz y entonces fomentan el odio y la guerra.

Dejemos a Auschwitz donde está, por piedad, dejémosla ahí con sus hornos y sus experimentos sobre los seres humanos

(judíos, gitanos, eslavos.

.

.

), aquí no hay judíos, aquí tenemos un estado, un país que se llama Israel cuyo gobierno lleva adelante, desde hace más de sesenta años, una política de resistencia-agresión francamente esquizofrénica, basada en la construcción permanente y el mantenimiento de un clima de guerra en contra del otro; un

"otro" que, lejos de quedarse con los brazos cruzados, a lo largo de décadas de lucha, seguido, ha elegido el terrorismo como forma dominante.

En el medio de estas entidades impersonales, millares, centenares de millares de mujeres y hombres que, diariamente, construyen la paz: parejas mixtas, escuelas de integración, niños judíos que conviven, desde los primeros años de vida, con niños musulmanes o cristianos y aprenden su idioma, conocen a su religión; niños palestinos, no necesariamente islámicos, que aprenden el hebreo y tienen, desde la escuela primaria, amigos entrañables judíos.

Existen universidades donde el profesorado está dividido exactamente a la mitad: 50% israelíes y 50% palestinos! y que debido a esta elección de paz, no son amadas ni por el gobierno de Israel ni por el de la Autoridad Nacional Palestina.

Existen los centenares de jóvenes israelíes que se rehúsan a prestar el servicio militar y, por esta razón, están en la cárcel pagando el precio de la paz.

Están las personas que no conocemos, la mayoría, que

- de un lado y del otro de esa frontera desgraciada

- con su propia vida cotidiana, retan constantemente a la idea de la guerra.

Nosotros, nosotras, no somos llamados a tomar partido entre Israel y Autoridad Nacional Palestina, nuestra elección debe ser entre víctimas y victimarios, entre violentos y no-violentos, entre los que trabajan para la paz y los que trabajan para la guerra.

Aprendamos a escribir y a expresar nuestras opiniones.

Estoy literalmente harto de los que confunden los israelíes con los judíos, o los que le dicen a los palestinos

"árabes" o

"musulmanes".

Dejemos de generalizar.

Generalizar es un delito.

Un crimen.

No todos los judíos son israelíes y no todos los israelíes son judíos; los palestinos son cristianos y musulmanes, mientras que

"árabes" pueden serlo los musulmanes, los cristianos y

- no se sorprendan los más estúpidos

- también los judíos.

Trabajemos, con las palabras y los hechos, para que la guerra termine y, luego, participemos

- cada quién como pueda

- en la construcción de una verdadera paz.

Desde hoy, me veré obligado a cancelar

"la amistad" con todas las personas que usen mi muro o el propio para perpetuar la guerra y el odio.

Nadie tiene derecho a utilizar la tragedia de los demás para reafirmar sus propios prejuicios.

Nadie.

"