Voy a describir el combate en base a quien se ha portado, sin duda, como el héroe del día: Rodrigo de Lozoya, el Maltés.

Los primeros tiros dejaron a cuatro palmados.

De entre las matas sonó un tiro grueso, como de arcabuz, que alcanzó al caido en el bajo vientre cuando apenas se había levantado, dando su alma al diablo.

Los hombres de Malatesta erraron, casi todos, el tiro, incluido el mismo siciliano.

Molero voló el brazo izquierdo a un holandés a caballo, mientras que descargaba otro pistoletazo en su pecho, matándole.

Diego de Lorca erró el disparo, y don Luis sus dos disparos.

Ramón Zárate hirió a un escolta en la pierna, rematándole de una estocada en el vientre.

Entretando, Rodrigo de Lozoya descargó un tremendo tiro en el pecho de uno de aquellos fulanos, dejándolo tieso sobre el caballo.

A su lado, Gustavo Reales despachaba otro de un certero tiro con el milanés.

Del interior del negro carruaje salió un tipo pelirrojo de alto sombrero de castor emplumado, vestido de ricos plumajes y con gallarda estampa de aristócrata, barba puntiaguda, manos enguantadas, gran gola y mirada fria.

Dió cuatro pasos, apuntando a uno de los bravos de Malatesta con su pistola, matándolo de un certero disparo.

Lozoya visualizó a un rival, por fin a su altura, y avanzó hacia

él con la espada por delante, acompañado por Malatesta.

-¡Hergroepeer!

¡Bescherm de last!- gritó el hombre, sacando espada y daga mientras se afirmaba en guardia.

El Oso se abalanzó sobre un escolta, tirándole una estocada que paró a duras penas.

Apuñaló al caballo con tanta fuerza que, encabritado, hizo caer a su enemigo de la silla, rematándole de un poderoso tajo que cercenó una de sus piernas.

Murió el jinete, entre alaridos y grandes voces.

Mientras, Diego de Lorca aplastaba el cráneo de un holandés con una estocada fulminante.

Por su parte, don Luis tiró una estocada a otro presunto valón, que paró este con destreza.

Sin embargo, con agilidad y buena mano, el alguacil le metió la daga por el ojo, dejándolo listo de papeles.

El combate se generalizó, y mientras Malatesta y Lozoya combatían encarnizadamente con el gentilhombre, que resultó ser un consumado luchador, don Luis se trababa con un holandés dificil de despachar, consiguiendo parar el alguacil con fina esgima, desviando espada y chocando la daga de su rival en la guarda de su cazoleta.

Comióse el escolta una muy buena mojada con la daga, con que dió su alma al diablo.

Entretanto, Zárate combatía con un holandés duro de roer, que le hirió en el brazo

(tan solo un rasguño), quedando la cosa en tablas hasta la mediación de Diego de Lorca, con que pudo meterle la daga en el pecho, entre las costillas.

Los bravos de Malatesta hicieron caer a los holandeses al suelo rematándoles.

Por su parte, el lacayo Gustavo se llevó una muy fea herida en la barriga, que le hizo caer al suelo.

Allí, con muchas asaduras, paró una estocada, hundiendo su daga en las criadillas del rival, que cayó al suelo entre alaridos, no tardando el dar el

ánima al diablo con los aparejos cogidos en una mano, cabeceando por el horrible dolor.

El duelo con el gentilhombre holandés resultó de película.

Este, parando estocadas como un demonio, recibiendo heridas en las piernas y un brazo, aguantó el dolor como un león, e incluso consiguió trabar la hoja de Malatesta en su daga de ganchos, para luego dejarle el brazo derecho maltrecho de una estocada, con que el siciliano se retiró de la pelea.

Quedaron solos el Maltés y su enemigo, largando y parando estocadas a espada y daga con fina esgrima.

Quiso la suerte de una de las del maltés entrara, tras desviar la guardia del contrario batiendo su hoja

(golpéandola corta y secamente), fastidiándole el brazo de la espada.

Aún asi, el gentilhombre paró la estocada de Lozoya con la daga, llevándose un buen golpe en el bajo vientre con la de su enemigo, cayendo muerto al suelo.

-Mijn god- susurró, antes de irse por la posta con expresión fatigada.

Continuará