1588

(5)

– Enero: Tan grave es la desobediencia de Santa Cruz que Felipe II envía al conde de Fuentes en persona para hacer salir a la flota sin más excusas.

Cuando Fuentes llega a Lisboa, se encuentra a Santa Cruz gravemente enfermo de tifus.

9 de febrero: El marqués de Santa Cruz muere a los 63 años.

13 de febrero: Un experimentado marino de la Armada, Juan Martínez de Recalde, de 62 años, escribe a Felipe II pidiendo el puesto de Santa Cruz,

‘que con verdad puedo decir que en aquella mar no tiene V.M.

de mi calidad persona que más plática

[práctica]

sea y más la haya navegado’.

De hecho, es el

único que conoce de primera mano la costa inglesa e irlandesa.

16 de febrero: Recalde se queda sólo con el mando del escuadrón de Vizcaya, uno de los diez en que se divide la Armada.

Al frente de la Invencible se pone a Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina-Sidonia, de 38 años, un hombre de altísimo rango y recio abolengo, dueño de media Andalucía, pero que jamás ha navegado militarmente y nada sabe de mar, y además, sufre de artritis.

Y así lo dice

él mismo:

‘Señor, yo no me hallo con salud para embarcarme, porque tengo experiencia de lo poco que he andado en la mar, que me mareo.

’ Esta carta es interceptada por dos consejeros de la corte y nunca le llega al rey.

18 de febrero: Felipe II, sin haber recibido la carta de Medina-Sidonia, le ordena que salga al punto a embarcar.

Sin embargo, aún hay tiempo de revocar la orden, pero no se hace, y Medina-Sidonia no tiene más remedio que aceptar.

El empecinamiento del rey resulta explicable sólo por su creencia en que Dios está de su parte, decida

él lo que decida.

‘Muy confiado estoy en que, con vuestro gran celo y cuidado, os ha de suceder todo muy bien, y no puede ser menos en causa tan de Dios como

ésta.

’

‘Creed que de tal manera considero la importancia de esta jornada, que si yo no fuera menester tanto acá

[.

.

.

]

, holgaría mucho de hallarme en ella.

’

Abril: Enrique III de Francia llama a los mercenarios suizos de Biron para que le defiendan en las afueras de París.

Los católicos parisinos, por su parte, envían a por el duque de Guisa.

7 de mayo: El capitán de un barco italiano en la Invencible, espía a sueldo inglés, envía una carta a Isabel I con detalles de la operación, incluyendo que a los españoles se les había pagado dos meses por adelantado.

12 de mayo:

‘Día de las Barricadas’.

El duque de Guisa se apodera de París y Enrique III ha de abandonar la ciudad.

30 de mayo: La Armada Invencible,

‘la mayor y más potente que han visto los siglos’, zarpa de Lisboa, con 130 naos, 12 de ellas galeras, con 2.241 cañones y 29.453 hombres a bordo, cada uno de los cuales recibe una medallita de cobre o bronce con la Virgen María en un lado y Jesús en el otro.

La flota es tan grande que se tardan dos días sólo en agruparla adecuadamente una vez en alta mar.

Junio: A la altura de La Coruña, recios temporales la ponen a punto de perderse, y han de parar más de un mes a hacer reparaciones.

24 de junio: Medina-Sidonia escribe al rey:

‘esto está muy flaco’.

Julio: Enrique III de Francia es forzado a aceptar el Edicto de la Unión, por el que reconoce la demanda católica de que es su deber luchar activamente contra los herejes.

También, y dado que si la casa real de Valois se extingue sin heredero es ley que el siguiente rey habrá de ser un Borbón, Enrique III es obligado a nombrar su sucesor al cardenal de Borbón, no a Enrique de Navarra, como debería ser.

11 de julio: La Invencible sale de La Coruña.

El tiempo es malo también por el Golfo de Vizcaya y el Mar del Norte.

19 de julio: La Invencible es avistada desde Inglaterra por primera vez, desde el punto más al sur del país, The Lizard

(el Cabo de El Lagarto), en Cornualles.

William Camden lo describe diciendo que parecía como si al viento le costara trabajo mover aquella flota y el mar gimiera bajo su peso.

Forman en disposición de media luna, una táctica defensiva bastante eficaz, con los mejores barcos de combate en cada punta.

La noticia llega a Plymouth, encontrándose con Francis Drake jugando a los bolos.

La leyenda cuenta que Drake dice que hay tiempo de sobra para acabar la partida y luego batir a los españoles.

Para la flota española es una desgracia el que la descubran tan pronto.

Mientras las naves de Medina Sidonia bordean la costa de Cornualles, pasan Falmouth y se encaminan hacia Fowey, los faros ingleses dan la voz de alarma.

21 de julio: Hacia las nueve de la mañana, mientras la Armada avanza por el canal de la Mancha en formación de combate, un barco inglés llamado Disdain

(desdén) navega hasta su altura y realiza un

único disparo.

En el lenguaje de la

época este gesto equivale al lanzamiento de un guante previo para declarar un duelo.

Comienzan los combates de la Invencible contra la armada inglesa de Carlos, Lord Howard de Effingham.

Según lo previsto, la superioridad naval inglesa es tal que los españoles no pueden ni acercarse a los más ligeros barcos ingleses, y su fuego de artillería hace estragos.

Los españoles, desesperados ante la imposibilidad de usar su táctica favorita, el abordaje, como se había hecho con excelentes resultados en Lepanto, llegan a intentar contestar a los cañones ingleses con sus mosquetes y arcabuces.

En la primera batalla los españoles pierden dos barcos, uno de los cuales, el

‘Nuestra Señora del Rosario’ es embestido por otro barco español.

El otro, el

‘San Salvador’, explota

él solo, probablemente por la pólvora que llevaba a bordo.

22 de julio: Al amanecer, la flota española llega hasta Berry Head, el extremo suroriental de la bahía de Tor.

Lord Howard ya cuenta con refuerzos considerables para atacar, pero sir Francis Drake, al que se ha conferido el honor de llevar la luz que indica a los otros barcos la ruta que debían seguir, se lo impide.

Drake, corsario más que otra cosa, quiere capturar presas, no hundirlas y así se aparta de la flota inglesa sin encender la luz que habría puesto sobre aviso a su potencial captura.

El resultado es que el resto de la flota se mantiene inmóvil y tan sólo el buque insignia de Lord Howard y un par de barcos más persiguen a los españoles.

Drake, efectivamente, captura el barco español, pero la flota inglesa no se reagrupa antes del mediodía y ni siquiera entonces llega a hacerlo correctamente.

Esa circunstancia es captada por la flota española y Medina Sidonia decide junto con la mayoría de sus mandos aprovecharla para asestar un golpe de consideración a los ingleses.

Para llevar a cabo el ataque, resultaba esencial la participación de las galeazas al mando de Hugo de Moncada, el hijo del virrey de Cataluña.

Sin embargo, Moncada no está dispuesto a colaborar.

Tan sólo unas horas antes, Medina Sidonia le había negado permiso para atacar a unos barcos ingleses y ahora Moncada decide responder a lo que considera una ofensa con la pasividad.

Ni siquiera el ofrecimiento de Medina Sidonia de entregarle una posesión que le produciría 3.000 ducados al año le hace cambiar de opinión.

Se trata de un acto de desobediencia deliberada, y de no morir Moncada unos días después seguramente hubiera sido juzgado.

Cuando, finalmente, se produce la batalla, los ingleses se han recuperado.

La

‘Rosario’ es capturada y los ingleses se reparten los 50.000 ducados de oro que se encuentran a bordo

(la mitad de esta suma luego se entrega a Isabel I).

23 de julio: La Armada está cerca de Portland Bill, con los ingleses en la retaguardia.

Los españoles atacan de frente, y hoy hay mucho cañoneo, pero poco daño relativo.

El viento cambia, lo cual ayuda a los ingleses.

El combate se rompe y las filas se reforman.

24 de julio: Ambas flotas están cerca de la isla de Wight, y varias batallas largas tienen lugar.

Los ingleses intentan aislar varios barcos que se han quedado rezagados.

Medina Sidonia acude en su ayuda.

25 de julio: Los ingleses se reúnen en consejo de guerra y se decide dividir sus fuerzas en cuatro escuadrones, al mando de Howard, Drake, Hawkins y Frobisher.

Mientras, Medina Sidonia ve que no va a poder atacar a los ingleses de cerca y envía mensaje a Farnesio para que le envíe munición y provisiones.

26 de julio: Medina Sidonia envía otro mensaje a Farnesio, pidiéndole confirmación de que están preparados para unirse a la batalla.

El plan era llevar a sus soldados en barcazas hasta los galeones cerca de Dunkerque, pero los holandeses controlan la costa en barcos pequeños y rápidos y están al acecho.

Mientras, ya son cinco los días que ambas flotas llevan combatiendo y con sólo un par de barcos españoles fuera de combate y ninguno hundido, la moral de los ingleses está comenzando a desmoronarse.

27 de julio: Al anochecer la Armada atraca en Calais, y se decide esperar allí hasta que lleguen noticias de Farnesio y poder embarcarse juntos en Dunkerque, a siete millas de Calais.

28 de julio: Llega mensaje de Farnesio a Calais diciendo que no está en Dunkerque, todavía no ha empezado a embarcar y que tardará al menos otras dos semanas en poder hacerlo.

En

éstas, los ingleses hostigan a los barcos españoles dentro del puerto, intentando hacerlos arder con brulotes

(hellburners) como los de Giambelli en Amberes.

Presa del pánico, la Invencible deja su refugio y sale a mar abierto, internándose a la desesperada en el Mar del Norte para alejarse lo más posible de los ingleses

- cualquier cosa antes que enfrentarse a ellos otra vez.

En la confusión la

‘San Lorenzo’ rompe el timón, embarranca y es capturada.

29 de julio: Con la formación de media luna rota, los barcos dispersos y los fuertes vientos reinantes, hay que pelear otra vez, frente a la costa de Gravelinas.

Después de varias horas de lucha, una repentina tormenta separa a los contrincantes justo cuando a los ingleses se les acaba la munición.

Los españoles pierden cientos de hombres, y la mayor parte de sus barcos grandes tienen vías de agua.

Los vientos van empujando a los barcos hacia el norte, y el

‘San Juan de Sicilia’ y el

‘María Juan’ se hunden.

Los holandeses se suman a la fiesta y capturan el

‘San Mateo’ y el

‘San Felipe’, embarrancados en Flandes, a cuya tripulación asesinan, manteniendo vivos sólo a los oficiales nobles para pedir rescate por ellos.

Más barcos hubieran embarrancado de no ser porque el viento cambia a oeste-suroeste.

Farnesio había sugerido a Medina-Sidonia que se refugie en puertos de la Hansa, entre Holanda y Alemania, para reagruparse, pero Medina Sidonia ve la mala situación de sus barcos y prefiere intentar salvar cuantos más barcos y vidas mejor y regresar a España dando la vuelta por Escocia e Irlanda, esperando que los ingleses no les sigan.

La batalla como tal termina aquí.

Las continuas tormentas, tan excepcionalmente fuertes que se mencionan en varias fuentes de la

época, hacen que las naves españolas se dispersen, y cada una acaba buscándose la vida como puede.

Apenas dejada atrás la flota inglesa, los españoles arrojan al mar todos los caballos y mulas, ya que no disponen de agua que darles, y Medina Sidonia ajusticia a un capitán como ejemplo para las tripulaciones.

Durante los cinco primeros días de travesía hacia el norte, la lluvia es tan fuerte que es imposible ver los barcos cercanos.

El número de enfermos crece cada día, superando los tres mil hombres, el agua se corrompe en varios barcos y el frío deja de manifiesto la falta de equipo.

Para colmo, no tarda en quedar de manifiesto que buen número de las embarcaciones no están diseñadas para navegar por el mar del Norte.

En Irlanda en estos momentos, tras la rebelión de 1583 los ingleses tienen unos 2.000 soldados en la isla, con mercenarios escoceses e irlandeses a su sueldo, en continuas escaramuzas con los principales clanes rebeldes, como los O’Neill, O’Donnell o McSweeney.

Cuando el nuevo Lord Deputy

(virrey) de Irlanda, Sir William FitzWilliam, llega a Dublín con noticias de la Invencible, decreta que es el deber de cada ciudadano leal

‘apresar y ejecutar a todos los españoles que se encuentren, de la posición que sean’.

6 de septiembre:

‘La Trinidad Valencera’, capitaneada por Alonso de Luzón, se convierte en el primero de los barcos españoles en hundirse en las costas irlandesas, al chocar con un arrecife en Kinnagoe Bay, Donegal.

Este puede ser un buen ejemplo de cómo de diversa fue la suerte final de cada español a partir de ahora.

De Luzón se ve obligado a pagar el muy caro precio de 200 ducados al clan O’Doherty para alquilarles un bote para sacar a sus hombres del naufragio.

Después les hacen prisioneros, al día siguiente les entregan a los irlandeses a sueldo de los ingleses y

éstos separan a los nobles de la plebe y matan a 300 de ellos.

Otros 150 escapan y consiguen refugiarse en el castillo del obispo Cornelius, que les ayuda a encontrar un barco para escapar a Escocia.

Mientras, los nobles españoles, unos cien, son conducidos a Dublín y Drogheda.

Treinta de ellos son embarcados hacia Inglaterra para tratar del rescate allí, pero consiguen rebelarse contra los nueve tripulantes ingleses, hacerse con el control del barco y regresar sanos y salvos a La Coruña, donde cuelgan a los ingleses.

Todos van en el mismo barco, pero los destinos

- muerte, escape o gloria

– som bien diferentes.

11 de septiembre: El

‘San Juan de Portugal’ y el

‘San Juan Bautista’ logran anclar en County Kerry y librarse así de una gran tormenta.

Sin embargo, el

‘Bautista’ se hunde y sólo unos pocos logran llegar al

‘Portugal’, mandado por Recalde, el

único que conocía la costa irlandesa y que por ello se libra de morir allí.

De poco le vale, sin embargo, porque el viaje de vuelta es tan duro que 170 hombres a bordo se le mueren, y

él mismo fallece nueve días después de llegar a La Coruña, a los 62 años.

El catálogo de venturas y desventuras de la Invencible podría seguir por los siglos de los siglos.

Entre las historias están la del hundimiento de la

‘Santa María de la Rosa’, con un solo superviviente, Giovanni de Manona, el hijo del piloto, de 14 años, que es interrogado por los ingleses y del que nada más se sabe aunque malo se supone.

También hay otros 25 que sobreviven en Tralee, pero los ingleses también les cogen, les interrogan y les ejecutan.

También hay un mercenario escocés, McLaughlan McCabe, que dice haber matado

él solo a 80 supervivientes españoles medio muertos de hambre con su hacha.

También hay seis holandeses que iban obligados por los españoles en el

‘Falcón Blanco Mediano’, pero que son ejecutados igualmente por los ingleses.

También está el irlandés que fue enrolado a la fuerza en Lisboa y acaba naufragando en su patria y escapando tan contento.

Y también hay muchos que logran escapar ayudados a gran riesgo por los irlandeses.

De hecho, muchos que llegaron a Escocia se niegan a volver a España para no volver a ser enviados otra vez a luchar contra los holandeses, y se quedan allí aunque sea casi de esclavos.

Otros siguieron luchando contra los ingleses ayudando a sus benefactores irlandeses desde la retaguardia.

Y así, cada historia es un mundo.

En fin, 40 barcos en total se pierden en el viaje de vuelta, 25 de ellos en las costas de Irlanda.

[Hoy día se han hallado o se conoce el emplazamiento de 12 de esos naufragios, uno de ellos en un paraje llamado Port na Spaniagh.

]

23 de septiembre: Medina-Sidonia entra en Santander con los restos de la Armada

(67 barcos), después de terribles sufrimientos, que el duque paga de su bolsillo para aliviar.

En total, se ha gastado 750.000 ducados de su fortuna personal en la fallida empresa.

Aún así, todavía habrá barcos de la Invencible luchando por su suerte durante semanas: el

‘Girona’, mandado por Fabricio Spínola, se hundirá el mes siguiente, el 16 de octubre, en el citado Port na Spaniagh, en County Antrim, Irlanda.

27 de septiembre: Medina-Sidonia escribe una carta con el relato de su singladura, con duros reproches al rey y su secretario, Idiáquez.

Conocida es la frase de Felipe II

(en ningún sitio escrita) de que

él no había enviado a sus naves a luchar contra los elementos.

Este fracaso supone, aparte de un descalabro militar, una gran crisis anímica y espiritual para el rey y su pueblo: si los españoles son los elegidos de Dios y han hecho tantos sacrificios para luchar contra el mayor enemigo de la fe católica,

¿cómo es posible no sólo que la victoria no les haya sonreído, sino que la principal causa del desastre haya sido el tiempo, que Dios controla? Y obviamente, como Dios es infalible y todopoderoso, la culpa ha de ser no suya, sino de los pecados de su pueblo elegido y de su rey.

Así, Felipe II se encierra aún más en su nuevo Escorial, cada vez más viejo, pálido, y enfermo de gota y reúma, sin saber cómo resolver sus problemas ni fiándose de nadie más para hacerlo.

De momento, a quien se le cuelga el sambenito es a Diego Flores de Valdés, el número dos de Medina Sidonia, a quien se atribuye el haber ordenado a la flota salir de Calais cuando el ataque de los brulotes, provocando el desorden que causó todo lo demás.

Es arrestado y enviado preso a Burgos.

El desastre de la Invencible es muy sonado, pero en realidad no cambia nada.

España aún mantiene la potencia de sus tropas en tierra firme e Inglaterra también sufre pérdidas económicas graves.

En medio de la desilusión le llega al pueblo un nuevo impuesto, llamado

‘de los millones’, sobre el vino y el vinagre.

16 de octubre: Los Estados Generales se reúnen en Blois y sugieren la rendición de la Corona francesa al duque de Guisa.

23 de diciembre: Enrique III de Francia, enterado del desastre de la Invencible, cree que es su oportunidad de vencer a los católicos, y llamando al palacio de Blois al duque de Guisa, su guardia le da muerte.

Esto provoca el efecto contrario: la guerra civil francesa entre católicos y protestantes se enciende con más furia.

Nace Enrique de Borbón, futuro príncipe de Condé.
